“Más
vale honra sin sindicatos que sindicatos sin honra” -Raimundo Ongaro 1968-
¿Es válido utilizar los mismos métodos contra la
dictadura genocida y gobiernos títeres de las corporaciones que recortaron
beneficios y derechos de la clase trabajadora y pasiva, hipotecaron el país y
revolcaron la dignidad nacional, que contra el que ha sentado bases éticas para
una verdadera legitimidad del Estado, y que fuera ratificado por el 54,11% de
la ciudadanía?
Hugo Moyano, según dicen nacido en Laborde, -lo que
no me enorgullece por cierto- Secretario General de la CGT y a la vez patrón de
sus representados, creyó que sí eran legítimos y los estrenó el pasado miércoles 27 de junio desde un palco
sindical con su arbitraria medida de fuerza. Todo un anacronismo mezcla rara, no de Muzeta y de Mimí, sino de parodia,
ingratitud y cinismo, en una impúdica
aleación de idénticas proporciones.
La desatinada actitud
del camionero desmereció lo que podría ser la justicia del reclamo. El paro
nacional que desabasteció al país, más que
sembrar adhesiones, cosechó sorpresa, crispación y rechazo. Cuando detrás de un acto de estas
características están los intereses mezquinos de un dirigente sindical, los
actores que lo protagonizan quedan como sumisos partiquinos intentando animar
la función de un triste sainete circense. El resentimiento es mal consejero, además de ser una reacción egoísta
ante la pérdida de prebendas o desmesuradas ambiciones personales. Su
extemporáneo alegato se ahoga en su propia causa. En él no existe lealtad sino
impostura.
Los
quiméricos cálculos de los organizadores suponían contar con una multitud no
menor a las cien mil personas. No llegaron a veinticinco mil. Si la cuestión pasa por los
números, el “Negro” no las tiene todas consigo. Caceroludos desdolarizados,
raquíticas filas de una derechosa izquierda travestida de “revolucionaria” y peonada rural de obediencia obligada,
aportaron muy poco a esa ilusoria demostración de poderío. Moyano tomó un callejón sin salida. Sus
fantasías políticas -igual que Cleto Cobos- serán sólo una anécdota. Si quería demostrarle a Cristina su capacidad
de daño, le erró al tarro; si ansiaba aparecer ante la sociedad como la alternativa
nacional y popular, desconoce la realidad, y si intentaba exhibirse como el
Quijote -con panza y sin Sancho- de todos los trabajadores, demostró que no
tiene consenso más allá de los camioneros.
Lejos de aquel líder que declamaba hasta hace poco
su adhesión incondicional a la “Compañera Presidenta”, y demonizado al extremo
por la corporación monopólica que hoy lo ve alto, rubio y de ojos celestes, por
decisión propia, ya tiene fecha de vencimiento.
Su
alocución más que pasar por el impuesto a los Ingresos, -mal llamado
“Ganancias”- que involucra sólo al 19%
de los salarios y que no perciben asignaciones familiares, -que se compensan a
su vez porque se debitan del tributo- y que fuera motivo del acto, fue la
excusa para tomar como blanco de sus bravatas a la Mandataria y su equipo.
Ese
impuesto, que se aplica en todo el mundo y en mucho mayor escala, merece una
discusión más profunda y a su debido tiempo será abordada. Los jueces, diplomáticos, jerarquías
eclesiásticas, transacciones financieras y otros de altísimos ingresos no
pueden seguir teniendo coronita. Deben tributar como cualquier hijo de vecino.
Ampliar la base de contribuyentes deberá ser un objetivo a concretar.
Moyano
tildó a la Presidenta de “soberbia”. Lo dijo
con la misma boca con que en TN ordenó en forma unilateral un paro nacional y
matoneó: “¡Yo soy el único que
manda en la CGT donde sólo se hace lo que yo ordeno!”(sic). Como
la Jefa de Estado afirma que no se deja extorsionar por las corporaciones y les
marca las costillas como jamás antes se hizo. Moyano confunde personalidad y decisión con “soberbia”.
Tal vez lo que más molesta es que sea una mujer la que lleve las riendas del
país. Ese epíteto encierra otras connotaciones que muchos no se atreven a delatar. Mimetizan su machismo ante la falta de
argumentos y cuestionan la rotundidad de las convicciones que expone en cada
uno de sus discursos. El estilo de conducción que le achaca, es precisamente el que
él impone en la CGT.
Arrinconado por la interna sindical que amenaza llevárselo puesto, exhibió la orfandad que tiene para seguir como capo de la CGT. Elemental, balbuceante, reiterativo y plagado de contradicciones, lo suyo fue una belicosa salmodia que desnudó su debilidad. Un “Parto de los montes” por todo lo que esperaba y no fue.
Arrinconado por la interna sindical que amenaza llevárselo puesto, exhibió la orfandad que tiene para seguir como capo de la CGT. Elemental, balbuceante, reiterativo y plagado de contradicciones, lo suyo fue una belicosa salmodia que desnudó su debilidad. Un “Parto de los montes” por todo lo que esperaba y no fue.
También
usó el adjetivo “imposición” por pura torpeza. Argentina tiene un régimen fuertemente presidencialista, donde la
presidencia es unipersonal y todo lo que se gestiona, responde a un proyecto de país avalado masivamente
por el voto popular. Los mecanismos utilizados están dentro de lo
establecido por las leyes. De imponer sus decisiones, ya se habrían resuelto
muchos conflictos, como la desarticulación del nefasto monopolio Clarín, por
ejemplo. Los sectores del privilegio estaban acostumbrados a actuar a su
antojo, por eso ahora cualquier medida del Ejecutivo es tildada de imposición. Lo mismo ocurre con la falacia de la “falta
de diálogo”, que para ellos significa no ir al pie de las corporaciones que
siempre impusieron sus reglas de juego y manejaron el país en función de sus
insaciables intereses. Demandan diálogo con aviso de retorno, ignorando
que la hipocresía sólo puede servir de escudo, nunca de bandera.
El
verdadero objetivo del acto montado, fue legitimar su representación como
catapulta hacia el poder. Moyano tiene el berretín de ser el “Lula”
argentino y, obnubilado, no advierte que “Lula” Da Silva está a años luz de él,
lo suyo es la matufia, no la política.
Seducido
por las pantallas televisivas, en pocos días el esplendor mediático lo transformó en el personaje del momento y en
la nueva “esperanza blanca” del Grupo Clarín. Si
pretende condicionar al gobierno y forzar una decisión favorable desde los estudios
de TN, -que ya lo tiene en su elenco estable y con cama adentro- quedará
pedaleando en el aire.
Por
si eso fuera poco, los impresentables apoyos recibidos: Macri, De Narvaez, Lanata, Cecilia Pando, el “Momo” Venegas,
caceroleros de teflón y demás ultra opositores que hoy ostentan su empatía por
el “Negro”, evidenciaron una vez más su propósito destituyente. Como en la fábula de la mona . . .“¡Qué mal debo bailar si el chancho me
aplaude!”.
Ese miércoles, con su ladero el “Momo”,-que no es
Rey sino vasallo y ya está quemado- en clave de pantomima o mimodrama, Moyano
bastardeó la menguada acción gremial.
Este cuestionamiento
crítico no aparece ahora por generación espontánea, ni por su reelección ad eternum; o su desabastecimiento extorsivo; tampoco por su genuflexo
pase al gran monopolio mediático. Y a pesar del reconocimiento a su oposición
al nefasto menemato, sin dejar de lado que, como bien dice Eduardo Aliverti “Era muy fácil ser opositor en los ‘90”,
nunca fue, igual que los “Gordos”, santo de mi devoción. Moyano es la némesis
-negación- de la estatura moral y dirigencial de Agustín Tosco, René Salamanca,
Raimundo Ongaro o Atilio López, verdaderos íconos de lo que debe ser un
sindicalista. No por nada la dictadura los persiguió, los encarceló y los asesinó.
Y
como no podía ser de otra manera, la desvaída oposición volvió a mostrar la
hilacha, porque sin hacerle asco al
ridículo, se le unieron, haciéndole el caldo gordo a quien tanto desprecian.
Plagiando la agenda de los medios hegemónicos, falazmente argumentan que las mejoras habidas sólo se deben al “viento de cola”. La
realidad muestra que no es por viento ni brisa alguna el crecimiento de
la economía frente a un primer mundo que se desmorona, -donde los
zombies que lo destruyen se niegan a reconocer que están muertos- sino por el fortalecimiento del mercado interno y el
gran impulso dado a la producción; políticas contra cíclicas y de inclusión
social; redistribución del ingreso; Asignación por hijo; creación de puestos de
trabajo e incrementos salariales, produjeron el círculo virtuoso que ha
cambiado al país. Una minúscula realidad de lo que era una mayúscula utopía en
el infierno del 2001.
Al
respecto, según la CEPAL, que depende de las Naciones Unidas, la baja de la
desigualdad social en la Argentina es un hecho real y está a la vista. El Gobierno, gestor del Estado, es
quien lo garantiza. Para eso necesitó
tocar intereses y los seguirá tocando. La única manera de consolidar este proyecto
es profundizar los cambios, aunque algún sector quede “Como abrazado a un
rencor”. . .
Se
notará que la asociación con el tango es recurrente, es que sus títulos y
letras son fuente de filosofía de vida, sencilla pero profunda, casi siempre
referidas a amores, despechos, traiciones y abandonos. Muy pocas, de regreso o
reconciliación. Esto lo debería tener muy en cuenta Hugo Moyano, a quien,
parafraseando a “Desencuentro”, estos versos le caben como anillo al dedo: “¡Por
eso en tu total iluso berretín, ni el tiro del final te va a salir! . . .”
Laborde, Cba. Arg.
Muchísimas gracias querida Lili por publicar mi nota.
ResponderEliminarEs un modesto aporte para la toma de conciencia sobre la realidad política del momento.
Un fuerte abrazo.