Ante otro Aniversario del nefasto Golpe de
Estado del 24 de Marzo de 1976 . . . homenaje
a mí mismo . . . y tributo al 19 de Noviembre de 1976, ilustre fecha de mi
salida del infierno y vuelto a la vida . . .
Han
de permitirme esta digresión auto referencial, aunque a esta altura de los
acontecimientos resulte un tanto redundante estar repitiendo en forma machacona
sobre la realidad del horror acontecido durante la Dictadura militar, para
poner blanco sobre negro con respecto a tantas falacias que se siguen haciendo
correr con retorcida intencionalidad. Pero como parece que nunca es suficiente,
para los casos puntuales que aún quedan de lengua trífida y escuálidos
criterios, no está demás intentar desentumecer la memoria de algunos para, si
les interesa, desperezar un poquito sus neuronas, que les vendría muy bien para
lubricar la estrecha abertura de su frígida mentalidad.
Porque
lamentablemente todavía persisten muchos que creen a pie juntillas en esas
chicanas que por su inconsistencia no resisten el menor análisis histórico. Y
lo que es peor, quienes padecimos en carne propia aquella situación al límite
de la vida, es que aún hoy, debamos soportar con estoica tolerancia que se nos agreda con la tristemente célebre
chicana del terror, la complicidad y la cobardía: “si estuviste preso, algo habrás
hecho”. . .
Es
el caso de alguien de mi pueblo muy
reconocido en el ambiente de los bares por su viperina incontinencia
verbal, y muy afecto a la vuelta de los “milicos”. En una oportunidad creyendo
que podía herirme me lanzó ese epíteto con pretensión peyorativa. Pero claro,
en su ignorancia creyó que esa circunstancia para mí significaba un baldón que
mancillaba mi buen nombre y honor. . . Pobre, el nunca se dará cuenta que las
experiencias de un detenido-desaparecido político, -a tenor de lo que pasó en
el país- por más traumáticas y dolorosas que hayan sido, tienen la virtud de enriquecer
espiritualmente, por lo que conllevan la dimensión de un verdadero blasón, e
importan un decidido compromiso con la vida. Mucho más si los represores que
llevaron a cabo aquel espanto, están siendo juzgados por la Justicia de la Democracia por crímenes
de lesa humanidad. Debería saber que ese pretendido agravio viniendo de quien y
como viene, en estos casos suena a música de
elogio.
Y
otro amigo -muy a tono con el anterior- creyó descubrir la pólvora y me envió
el clásico “correo basura” con que normalmente inundan las casillas de mails de
todo el país los cobardes anónimos que
“descubrieron” que muchos desaparecidos -entre ellos los hijos de Hebe de
Bonafini- estaban en Europa vivitos y coleando. Y todo porque sus nombres
figuraban en los padrones electorales.
Por
ser una persona supuestamente ilustrada, debería saber -antes de hacer correr
ese libelo que es un bajeza moral por estar escudado en el anonimato- algo tan
elemental como que para dar de baja a alguien en el Registro Nacional de las
Personas, la Oficina
Civil de cada ciudad o localidad debe elevar el Acta de
Defunción en base al certificado del médico que auscultó el cadáver. Como
ningún facultativo puede certificar la muerte de un ausente, como es el caso
que nos ocupa, esa constancia no existe. Por lo tanto no hay fallecido. En consecuencia
no puede dárselo de baja en los registros. Y hasta que no haya una ley que de
legalmente por muertos a todos los desaparecidos, -a lo que las Madres y
Abuelas de Plaza de Mayo se oponen- éstos van a seguir figurando en los
padrones electorales. Así que, “basureros virtuales”, anótense como
recolectores de residuos que entre la basura se van a sentir como pez en el
agua. Y dejen de fastidiar a la gente con bastardas operaciones de cuarta.
Por
si fuera poco, los detenidos-desaparecidos de aquella década atroz, aún hoy
tenemos que escuchar por parte de algunos añorantes de la “mano dura”,
delirantes despropósitos como: “con los milicos había seguridad”. Les
recordamos entonces por enésima vez que los que les brindaban “esa seguridad”,
que era el fruto de la pax romana militar, es decir, la paz de los cementerios,
son los mismos, -como ya apunté- que hoy están siendo condenados a perpetuidad
por secuestradores, torturadores y genocidas. Y no sólo aquí, sino también, -y
en ausencia- por la justicia de la mayoría de los países de Europa. Los
argentinos estábamos tan bien “protegidos”, como lo estarían unos indefensos
corderitos custodiados por una jauría de perros salvajes y rabiosos. Que
algunos no cayeran bajo sus garras, no
quiere decir que hayan estado muy lejos de sus colmillos.
Lo
mismo ocurre con los que niegan la cantidad de desaparecidos como si un
genocidio fuera una simple cuestión de números. Objetan la cifra de 30 mil y
sostienen alegremente que no son más de 8 mil, sin aportar ninguna documentación
que los avale.
Durante el Terrorismo de Estado hubo 340 Campos de Concentración
clandestinos distribuidos en 11 de las
23 provincias argentinas, donde el 95% de los prisioneros fueron torturados y
asesinados. Si tan sólo por la tenebrosa
“ESMA” pasaron más de 6 mil; en “Campo de Mayo” 5 mil; miles por el Batallón de Comunicaciones 601; la Base “El Palomar” de la Fuerza Aérea; Punta Indio en Puerto Belgrano; el Centro
de detención Baterías del Grupo de Tareas2 de la Marina en Bs. As;
La III Brigada
Aérea Reconquista en Santa Fe; En Córdoba “La Perla”; “La Ribera”; “La
U1 y la U2”,
5 mil; en “La Escuelita”
y en la base Punta Alta de la Marina de Bahía
Blanca 3 mil; “El Arsenal” y “La Escuelita de Famaillá”
en Tucumán más de 3 mil; en “Guerrero” y el “Ingenio Ledesma” de Jujuy más de 2
mil. Fe. Además de la “Fábrica militar de Villa María”; “El Olimpo”; el “Pozo
de Banfield”; “Automotores Orletti”; el “Garaje”; “Puesto Vasco”; “Mansión
Seré”; “Destacamento Arana” en Bs. As, La Plata; Rosario; Mendoza; Salta y en mayor o menor
medida en buques amarrados, y regimientos del
Ejército, la Marina
y Fuerza Aérea, además de los miles de secuestrados en casi todas las cárceles y dependencias
policiales de esas provincias, resulta más que elemental entonces que
sobrepasan holgadamente las 30 mil desapariciones. Si es la cantidad la que los
desvela, hagan números, ahí los tienen.
A la vez, reclaman que también se juzgue a "los
subversivos". Deberían saber que
la Constitución
considera delito de subversión cada vez que militares derrocan un gobierno constitucional. Los que atacaron a
los golpistas fueron todos exterminados. ¿De qué juicio hablan?
Las FFAA de entonces, nunca le dio carácter de guerra a las acciones de la guerrilla, es decir, de beligerantes, como sí lo hacen vehementemente ahora, porque tal aceptación era reconocerle status de pares a sus contendientes y admitir que eran un cuasi Estado que representaba a una porción de la población que en tal caso tendrían a su cargo, y al ser así, el gobierno militar debería soportar la condena que para la guerra, impone la Convención de Ginebra, -de la que nuestro país es signatario- con lo que no habría podido llevar a cabo el genocidio sistemático que practicó como política de Estado sin sufrir la dura sanción de ese Organismo internacional. De allí su recurrencia al calificativo permanente de “Subversivos”, o “Grupo de delincuentes”.
Tal es la situación de las FARC. de Colombia, y son las mismas razones por las cuales el gobierno de aquel país no las reconoce como beligerantes, por el temor al repudio internacional por su represión para-oficial fuera del marco de la ley.
Con
respecto al significado de la expresión utilizada, que da título a esta nota y
su porqué, quiero dejar bien en claro que al igual que otras miles de víctimas
de la Dictadura
yo no estuve preso, fui desaparecido que no es precisamente lo mismo. La
policía es quien lleva preso, y el apresado en ese caso figura en el registro
de ingreso y egreso de la
Comisaría. Es decir queda “blanquedado”. Los militares no
metían preso a nadie, ellos secuestraban a los disidentes políticos en forma
clandestina amparados en las sombras de la noche -mientras la cana le
“liberaba” la zona y colaboraba- y los “chupaban”, esto es, los desaparecían,
no figuraban en ninguna parte. Así podían torturarlos, asesinarlos o tirarlos
vivos al mar sin dejar pruebas. Como bien lo “explicó” el condenado varias
veces a prisión perpetua por genocida ex general degradado Jorge Rafael Videla
en su momento: “los desaparecidos no
están, no existen, se esfumaron, son entes volátiles”. No obstante, desde
la cárcel llamó a dar otro golpe de Estado.
Mas
allá de la obscena cobardía de este ultra católico medieval y asesino
consuetudinario, al negar de forma tan deleznable su directa responsabilidad en
semejante crimen colectivo, los testigos vivientes de esa tragedia histórica,
como un homenaje a los miles que fueron desaparecidos, tenemos la obligación
moral de difundir los pormenores de aquel holocausto para la memoria social,
ilustrar a las nuevas generaciones y abrir las obnubiladas mentes de los que
aún niegan la realidad de aquel monstruoso Terrorismo de Estado. Y en eso
estamos.
También
ya es hartante la discusión sobre si deben tener igual status jurídico las
víctimas de grupos que lucharon contra los que asaltaron el Poder, y las de
aquellos que lo detentaban violando la Constitución y las leyes de un país como un
ejército de ocupación. De ser así, en Italia y en Francia, por ejemplo, los
nazis que invadieron y sojuzgaron esos países y que fueron muertos por la Resistencia
-Partisanos y Maquis- tendrían que tener el mismo reconocimiento que las de los
invadidos . . . Terminemos con ese remanido sofisma.
¿Desde cuándo se pesan en la misma balanza víctimas y victimarios? . .
Delsio Evar Gamboa
Laborde. Cba.
Arg.