Lo que pasó en estos días me hizo reflexionar sobre un tema que, aunque hace tiempo tengo en la cabeza, me es difícil, en seco, ponerle palabras y conceptos para transmitirlo.
CULTURA: Como concepto la visualicé desde distintos ángulos y la estudié, analicé y sentí desde disciplinas varias, teniendo diferentes formas y fondos para reconocerla y abarcarla.
CULTURA: Sabemos que es todo lo realizado por el hombre, sus creaciones materiales y espirituales, que abarcan desde un edificio hasta un pensamiento.
CULTURA: Es también creación colectiva, social, que existe en un espacio y un tiempo y que se modifica dialécticamente con nuevas acciones o ideas.
Mis reflexiones están influenciadas por el campo al que pertenezco: las artes, y a través de ellas, la educación, la docencia, la transmisión de..., y más específicamente, la APRECIACIÓN.
¿Qué es lo que se aprecia y quiénes lo aprecian?
Lo que se aprecia son las actividades humanas denominadas artísticas, que son el resultado de procesos de relaciones múltiples e interdisciplinarias con procesos de manejo, uso y conocimiento de distintos lenguajes expresivos y sus respectivos productos.
Y quienes aprecian aquí: los alumnos, niños, adolescentes y adultos.
¿Cuáles serían mis objetivos, para que esos alumnos apreciaran?
Un mayor respeto por, y valoración de, las culturas diferentes a las nuestras.
Un conocimiento de la cultura nacional, institucional, popular, imperialista, globalizada, etc.
Formar un sentido de identidad individual y de pertenencia a una comunidad, región, etc. Porque al ser una actividad social, surge como una respuesta a las dificultades o estímulos que le plantea al individuo su entorno, es decir que la percepción de la realidad no es pasiva, y nos lleva a una simbolización que profundiza la comunicación humana.
Todo ese trabajo de hacer que aprecien, siempre fue arduo, porque se podía lograr con muy pocas personas; es un trabajo de hormigas.
Debido a la forma de enfocar y llevar adelante mis trabajos, viví dos momentos muy distintos a lo largo de mi docencia, ambos muy importantes.
El primero duró 20 años con una actividad cultural intensa, donde mis objetivos eran ampliar el mundo del niño y joven por medio de la observación, expresión y visualización de cosas, momentos, seres distintos; muchas veces hermosos, puros, limpios, para contrarrestar el otro mundo, también real, pero más difícil y duro.
Mi formación profesional tenía un concepto restringido del término cultura referido a una cultura occidental, destacada a través de los siglos, que marcaba influencias, modelos y convenciones al resto del mundo; y era eminentemente europea.
Ese trabajo de 20 años la fue modificando hacia el conocimiento, aceptación e identificación de culturas americanas y argentinas, a tal grado de tener la necesidad de que mis alumnos la vivenciaran y sintieran como suyas.
El segundo momento duró 15 años, cambio de rumbo, de tiempo y de espacio. En muchas cosas tuve que empezar de nuevo, ya que nunca había sido un docente rural; cambié de forma pero no de objetivos; lo social era distinto; el tiempo para alcanzar conceptos también, pero todavía tenía la necesidad de que se visualizara un mundo dentro de otro mundo, que se apreciara la belleza, la simpleza, la nobleza, como la tierra, el paisaje, y más aún, habiéndome metido en la cultura campestre y lo que queda del gaucho.
Pero a medida que caminaba me topaba, día a día, con otra realidad distinta de la que yo observaba. Había dos realidades: una real, otra virtual; llegué a confundirme, hasta que me dí cuenta que esa realidad que me dolía estaba allí y era como la descripta por ROA BASTOS cuando hablaba, hace mucho tiempo, de los PRODUCTOS CULTURALES; pero nunca los había visto tan de cerca, nunca me imaginé poder ver el efecto de ese poder imperialista, globalizado y eminentemente económico, e instalado cómodamente en la mayoría de los medios masivos de comunicación.
Observaba como día a día la gente se iba acostumbrando y aceptando una televisión mas pobre, una radio mas chismosa; como se iba degradando la cultura popular en “light” (que siempre escuchamos “lait”), acompañada de una música para divertirse, y se acostumbraban y aceptaban todo, año tras año. Y ese poder fue des-haciendo la cultura popular y nacional, mezclándolas con otra, dando como resultado algo híbrido, insulso, opaco, pero sobre todo, burdo, delirante y denigrante.
Yo lo visualizaba pero no me animaba a gritarlo; tanto la radio como la televisión y los diarios y revistas se estaban comiendo el respeto y la valoración de nuestra cultura y estaban degradando la cultura toda burlándose, y tomando cualquier tema u personaje para la risa. Eso se daba porque nos hacían ver y oír solo lo que sus limitadas y estáticas mentes querían, o lo que los planes de las corporaciones económicas exigían.
El otro día cuando ví a esa gente en la calle expresando su dolor, vi que eran gente común, profesionales, obreros, pero sobre todo jóvenes, sentí que algo estaba cambiando. Cuando observé también a nuestros mejores representantes, de una cultura artística con mayúsculas, actores, actrices, cantantes, compositores, cineastas, filósofos, expresarse y contar momentos sentidos y analizados en los hechos, supe que no estaba sola, que como educador y artista tenia que decir bien alto que sigo sintiendo, como tanta gente, la necesidad de visualizar un mundo distinto, real, donde la apreciación tenga cabida, porque de ella saldrá la expresión, la sensibilidad, la comprensión de una realidad que necesita una profundización en su identidad cultural.
Saldrá la creatividad de jóvenes y niños sin copias, sin colores grises, blancos y negros. Saldrá con imágenes y sonidos nuevos, con colores nuevos y claros, en un tiempo y un espacio distinto.
Hace poco vi una película china llamada “Las Cenizas del Tiempo” y sintiendo nuestra problemática, me preguntaba: ¿el tiempo muere? ¿el tiempo tiene cenizas? NO, el tiempo hoy en Argentina tiene un nuevo modelo de país, en el cual se dá cabida a lo cultural, a lo auténticamente popular, donde ya no se cree ni en el miedo ni en el castigo sino en la justicia y el trabajo.
Donde de a poco irán apareciendo espacios nuevos, claros, sin mentiras, que darán la oportunidad a niños y adolescentes, de realizar expresiones multilenguaje; porque, ahora, tienen cosas que contar, cosas que hacer, sentir, vislumbrar y comprender; un mundo dentro de otro mundo, realizado por y para todos.
Por eso quise contarles lo que siento; a lo mejor es lo que ustedes sienten, y así somos varios los que como la gota en la piedra, como el camino al andar, ahondamos este resurgimiento cultural argentino y americano, nuestro, por primera vez en mucho tiempo.
En La Turquesita, Villa Amancay, octubre de 2010.
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