Una entrevista radial que me hizo una amiga esta tarde me llevó a escribir estas líneas. Me había llamado ayer para preguntarme si tenía ganas de salir al aire en un bloque del programa radial que hace, junto a otras mujeres, en una radio de Colonia Caroya, en el interior de Córdoba. “Mirá -me dijo la Emi- el bloque se llama ¿Cómo mierda hago para…? y en general tratamos con humor distintos temas relacionados con la vida cotidiana de las mujeres laburantes y madres como nosotras. No queremos, en las vísperas del 24 de marzo, abandonar ese bloque, y se me ocurrió que quizás podés contestarnos cómo mierda hiciste, hacés, para convivir con la ausencia de tu viejo (con tu historia) y tus hijas y tu ser madre (tu presente). No pretendemos respuestas graciosas -me advirtió-, pero sí me gustaría que hables desde tus sentimientos, porque las cuestiones históricas y políticas las vamos a tratar en todo el programa”.
Como los que me conocen saben que no sé decir que no, le dije que sí, que me llamara y hacíamos la entrevista. Pero la verdad, es que le dije que sí sin saber qué sería capaz de responder a una pregunta tan complicada como esa. Una pregunta que, por cierto, se hace presente en mi vida de mil formas y maneras distintas, pero que nunca tiene una única respuesta y menos que menos una respuesta que sirva para todas las ocasiones. Quiero decir, en general voy encontrando maneras muy concretas y puntuales de resolver las ausencias y las presencias intensas que son en mi vida mi viejo y mis hijas. Como si se tratara de ir llenando con pequeños pedacitos de palabras/fotos/abrazos/lágrimas/amores el profundo dolor que siento por lo que no puede ser.
Bien, la introducción me quedó larga, pero la cuento porque es lo que justifica que me haya puesto a escribir lo que sigue.
Resulta que andaba yo sin tener idea de qué compartirle a mi amiga por la radio cuando Camila hizo la pregunta apropiada: mami, ¿porqué no tenemos escuela mañana? Y entonces el ¿cómo mierda hago para…? se transformó en algo muy concreto y contundentemente cotidiano para una madre cuya hija ha ingresado a primer grado: ¿cómo mierda hago para explicarle a Camila porqué es feriado mañana? ¿Y cómo mierda hago para que mi respuesta sea apropiada a su pregunta “escolar” pero que también le muestre las relaciones entre ese día y la marcha “del abuelito César” a la que vamos cada año, y a la catarata de preguntas que pueden seguir? Y bueno, la verdad que las respuestas fueron saliendo, como salen siempre, de una mezcla de razones y datos y entripados que Camila intenta entender con sus enormes ojos bien abiertos.
Y entonces hablamos de la memoria, que es recordar lo que pasó antes. Pero sobre todo de recordar las cosas importantes para entender lo que somos hoy, agregué yo. Y hablamos de que mañana vamos a ir a la marcha, “como vamos siempre” -me dijo ella- pero muy contentas a festejar que los malos están presos, agregué de nuevo. Y hablamos de las cosas que hicieron los malos, como no dejar que la gente cantara las canciones que le gustaban, o quemar libros, o prohibir fiestas tan lindas como el carnaval, “¿y matar a gente buena como el abuelito César?” –preguntó ella. Si, le dije, matar a gente buena como tu abuelito César. Y como se diò cuenta de que me puse un poquito triste me dio un abrazo y después buscamos juntas en un cajón su “remera de ir a la marcha” para que quede lista para mañana. Esa remera que tiene puesta en esta foto.
¿Y saben qué? Lo que me quedé pensando de esta charla que tuve con mi hija y que quería compartirles hoy es lo maravillosamente distinto que es su presente al mío cuando tenía su edad, a las respuestas tan distintas que puedo darle ante similares preguntas.Porque me acordé que yo, a la edad de Camila -como tantos otros hijas e hijas que he conocido en mis años de militancia en h.i.j.o.s-, teníamos que callar nuestras preguntas o mentir sobre nuestras historias.
En mi caso, aún recuerdo la contrariedad que me producía la explicación paradójica, y por eso mismo incomprensible, que tenía sobre el punto: “a tu papá lo mataron y tu mamá está presa porque no querían que en el mundo hubiera chicos pobres”. Vista desde hoy la explicación era correcta y hasta en un punto, políticamente jugada (y gracias tía-mamá Chiquita por eso). Pero el problema es que la primera vez que la dí en público, en primer grado, cuando me preguntaron en qué trabajaban mi mamá y mi papá, entendí que era mejor nunca volver a repetirla. Porque mis compañeritos se rieron y dijeron “si están presos o los mataron es porque algo malo hicieron”. Y la maestra simplemente calló. Y se hizo el silencio y no volví a hablar de eso. Y la verdad es que el carácter apropiado de esa explicación como una parte de la verdad histórica de lo que fue la última dictadura militar sólo pude entenderlo y volver a decirlo militando en h.i.j.o.s. Porque contra ese silencio militamos, contra el silenciamiento de esa explicación militamos los primeros años. Y gracias a h.i.j.o.s por esa militancia.
En fin, la cuestión es que nuestros hijas e hijas hoy sí pueden decir públicamente que los que están presos son lo malos y que los malos mataron a sus abuelos porque ellos querían un mundo mejor, un mundo sin “niños pobres”. Y ya sé que la historia no es entre buenos y malos, que la historia y las personas nunca se reducen a eso. Pero, al menos hoy, permitanmé la licencia de contarla así a mi hija de cinco años. Hoy, y quizás les pase a muchos/as destinatarios de este correo, nos bastará con esto para sanar el dolor de nuestro silencio.
Quiero decirles que hoy me siento muy orgullosa de vivir en este país de genocidas presos, donde el 24 de marzo es el día nacional de la memoria, la verdad y la justicia. La conversación con Camila y las preguntas de la Emi (gracias Emi) formaron un nuevo pedacito para llenar el vacío. Pero también renovaron en mí el compromiso de no conformarse y luchar siempre por más, que es la herencia más importante que me dejó mi viejo y los 30 mil.
Liliana Córdoba
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