¡No es la cacerola estúpido, son los que la golpean! . . .
"Ignoran que la multitud no odia, odian las minorías, porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor". -Arturo Jauretche-
Opinión
DelsioEvarGamboa
Esta
ingeniosa frase de Nicolás Casullo referida a la clase media porteña, es en sí
toda una definición sobre la idiosincrasia de ese segmento con su porfiado
berretín de figuración.
Pero
es indudable que ella tiene -entre otras tilingadas- una fijación enfermiza con
el dólar y que es demasiado manejable por el desmesurado aparato de dominación
mediático.
Como un sacramento pagano, ese grupo minoritario le
rinde culto a la verde moneda no tanto como a una reserva de valor, sino como
artilugio de evasión, especulación y status social.
Si
queremos que el país cambie, tenemos que cambiar todos en serio. Y los que se
resisten a hacerlo, quedarán a un lado como trasto viejo. Hay mucho apoyo a las decisiones del Gobierno Nacional, pero hace
falta potenciarlo, no explotarlo. No dejarse seducir por la parafernalia
destituyente que se juega por la devaluación.
En
ese contexto, un escuálido número de bravucones de la ultraderecha, con rostros
desencajados, ojos desorbitados y bocas excretando odio, como una escoria
residual de los ex “piquetes de la abundancia” y en una esperpéntica
convocatoria, se manifestó con su visceral irracionalidad en una caceroleada
VIP. Parecían urgir la toma de la Bastilla con guillotina
incluida: “quiero comprar dólares”, “es lo peor que
hemos tenido”, “queremos libertad”,“tenemos miedo”,“esto es una dictadura”. .
. Todo vomitado como si portaran un compendio de patologías psíquicas, producto
de una manipulación mediática que los ciega y no les permite ver que no hay tal
“falta de libertad” sino que sólo son
prisioneros de su desmesurada avaricia.
¿Gritarle
a una sociedad devastada por dictaduras que “esto
es una dictadura”? . . . Tal
barbaridad no sólo es una muestra de la más grosera ignorancia, sino una obscena
falta de respeto hacia las miles y miles de víctimas del período más sangriento
de nuestra historia.
Lo
cierto es que esos “miedosos” son más peligrosos que el “miedo” que los asusta,
porque exorcizando sus demonios atacaron con saña a un grupo de trabajadores de
medios no monopolistas y los molieron a patadas, por lo que dicen o podrían
decir, desnudando una vez más su visceral cobardía. No obstante, sus “paquetas protestas”
quedaron demasiado lejos en número, no así en violencia, de lo alcanzado con la
125 en las jornadas sediciosas del 2008, y mucho más aún de las vanas ilusiones
del triunfo electoral de junio de 2009 cuando -champaña mediante-, creían que
era cuestión de soplar para tumbar al gobierno. No pudieron en las noches
otoñales de Barrio Norte, revivir los delirios de aquella victoria pírrica.
La
furia de estos energúmenos, sólo sabe manifestarse insultando y agrediendo
ferozmente a indefensos periodistas. De
ahí a los
"Comandos civiles" del ’55 apenas puede haber un paso. Su peor emoción es el resentimiento.
Mientras
tanto, la corporación multimediática satura con versiones tendenciosas que no
logran prender en el grueso de la población pensante y bien informada. La prédica desestabilizante que propaga no
hace mella en una sociedad feliz y convencida por primera vez en mucho tiempo
de cuál es el camino para arribar al país soñado. Por eso el sonido de las
cacerolas parece tan anacrónico, arcaico, vetusto, como un estertor del pasado
en clave de parodia.
Esos alienados por los medios son una rémora del pasado, su
idea de la política atrasa tres siglos, y en realidad son ellos el excedente en
un país que ya está en el siglo 21.
No
obstante, ese periodismo hegemónico que es la máxima creación de las
corporaciones, no se da tregua en su intento de socavar el fuerte lazo que une
a las mayorías con La
Presidenta y sus políticas. Y
como no tiene ningún referente de fuste, no hay posibilidad de erosionarla si
no es con violencia. Por eso, La Cámpora, Kicillof, las importaciones,
el “impuestazo” al campo, el dólar y hasta la palabra ‘polémico’, -que ya parece
ser el primer nombre de Guillermo Moreno- son los blancos preferidos de sus
misiles. En su cruzada conspirativa no le hace asco a nada.
En
ese sentido, se encargan a toda hora de exacerbar el odio y fogonear la
revuelta. Los “indignados” argentinos no golpean cacerolas ni patotean porque
tengan hambre o porque vean vulnerados sus derechos. No necesitan recuperar
ninguna dignidad ni derechos, sino atesorarlos. Son dignos de vivir
dignamente y agitar sus pulseras de platino y relojes de oro al ritmo de las
cacerolas de teflón, que obligan a golpear también a sus cocineras, mucamas y
sirvientes de obediencia debida. Aunque la dignidad para ellos, es un
privilegio exclusivo para su clase social y no un derecho en expansión hacia
los que apenas tienen un poco más que nada y mucho menos que todo. Consideran la caridad y el reparto de
migajas como una exclusiva manera de acción solidaria. Desde luego, no perciben
en su enajenación que su avidez individualista es la causa directa de la
pobreza por la hipócritamente se conduelen desde su “espiritualidad” de píos
creyentes. Están en contra de los pobres “enemigos del orden” y a favor del
orden enemigo de los pobres. Una lectura light diría que repiten la letanía de
su propia sacralización que les hace creer que la riqueza es inocente de la
pobreza, que la riqueza y la pobreza vienen de la eternidad y hacia la
eternidad caminan. Por lo tanto, los pobres están condenados a la servidumbre
en esta vida y al infierno en la otra. Y que eso es así porque Dios ha
dispuesto que así sea.
Son
los que se pretenden dueños del país y consideran al resto de la población como
advenedizos indeseables. Para ellos
todo está mal, y si no lo está, merece estarlo.
Afortunadamente,
esta rebeldía elitista deja en evidencia quiénes son sus protagonistas y cuáles
sus intenciones. Ya no es el rejuntado
que se plegó a la rebelión sojera sin saber lo que apoyaba pero acompañaba con
vehemencia. Ahora son sólo una manga de pocos y no logran conquistar adeptos,
sino todo lo contrario, no suman ni para un armar un picado. Pero se prenden al
plan sistemático de agitación de los medios del monopolio que en un intento
deleznable, presentan el revalúo de los campos más caros del país -que tributan
una miseria- como una exacción; los controles de la AFIP a la adquisición de
dólares como una restricción a la libertad y la defensa de la producción como
un proteccionismo autoritario. Todo sirve para proteger privilegios. Todo es
bueno para impedir que el poder político gobierne a la economía.
Rapiñeros
como son, esos sectores obtienen cuantiosas ganancias cuando a la mayoría le va
mal. Con total impudicia, apuestan al fracaso de un modelo que durante nueve
años ha demostrado ser beneficioso para todos. Incluso para ellos mismos. Pero siempre
quieren más, y a pura prepotencia, no soportan que a los demás les vaya bien. Cuando Daniel Scioli logró imponer la
ley para el revalúo fiscal, la patota rural con Biolcatti a la cabeza volvió a
entrar en acción y quiso asaltar el Congreso provincial. Además del pánico,
buscan instalar un clima de sospecha permanente si las medidas no son favorables
para sus intereses.
No
es de extrañar entonces que con burdas maniobras mediáticas, se ocultara el
minucioso informe presentado por Axel Kicillof y Julio De Vido sobre los
intentos de Repsol para desmantelar YPF.
Los datos revelados por los funcionarios fueron demoledores. “Era una vaca lechera a la que iban a ordeñar
hasta la muerte” fue la metáfora utilizada por el joven vice ministro.
Desinversión, depredación, saqueo, vaciamiento, daño ambiental, desvío de
fondos, forman parte de la historia reciente de YPF, entregada por unas pocas
monedas por el infame riojano a Repsol, la entonces insignificante empresa
española. Se revirtió un nefasto pasado reciente por un auspicioso futuro,
porque en poco tiempo ya se ha recuperado su producción en un porcentaje más
que importante. Pero las cacerolas de Barrio Norte no se llenan con petróleo,
sino con la malsana escoria conque la prensa monopólica las rebalsa día a día y
que parece no ser suficiente para saciar su avariciosa angurria. Cada golpe
sobre una cacerola de teflón es funcional a los privilegios de las minorías.
Pero,
mientras estos nostálgicos del oprobioso pasado vivido proponen retornar a la
economía feudal del Centenario, el resto del país le pone todas sus fichas al Tricentenario.
De
cualquier modo, hay que estar atentos. La sinfonía cacerolera puede contagiar a
los desprevenidos que no se vacunan con buena información. Y no sea cosa que
por unos pocos desmemoriados que se dejan manipular al antojo de los intereses
corporativos y clasistas, se tire por la borda aunque más no sea, una parte de
lo mucho que se ha conseguido últimamente .
. .
Laborde. Cba. Arg.