¡Un billón
cuatrocientos mil millones de chicos votarían por Cristina!
“Que se vengan los
chicos” . . .
¿Que no pueden ser miles de millones? . . . Es la inflación . . . ¡Estúpido!
¿Que no pueden ser miles de millones? . . . Es la inflación . . . ¡Estúpido!
La garganta profunda de los medios hegemónicos creyó adivinar el otro lado de la política y estuvo vendiendo una ficción hilarante: si el kirchnerismo impone el proyecto de ley, permitirá que más de un billón de jóvenes voten a partir de los 16 años. Después irá por los bebés -que son más- para que apenas dejen el chupete también puedan sufragar. Aquellos que por más que se los asuste con el Cuco no quisieran dejar el pete para votar, se les racionará el biberón. Y a esos mayorcitos adultos que se desinteresan de la política y le escapan al voto porque aún portan la desidia inducida por la derecha que les inculcó en los ’90 lo sucia que era la política, no se les permitirá comprar dólares. Todo dicho de un tirón y en ese orden por el “Gordo” Lanata que, con una mano los agrede con el cigarrillo y con el anular de la otra les hará fuck you. Irá cada media hora por TN y escrito en los zócalos para que nadie quede sin verlo, oírlo ni leerlo.
Dejando de lado la demostración por el absurdo, lo cierto es
que con el debate sobre el voto a los 16 años en adelante, se repitió la misma
lógica donde el kirchnerismo aparece como la fuerza que con gran iniciativa
política demuestra ser el que mejor sintoniza con el sentido común y vuelve a
mostrar capacidad e intrepidez para tensar la cuerda y crear nuevos escenarios
donde las voces opositoras aparecen con una argumentación vacua, reaccionaria y
delirante.
Son
los obcecados partidarios del “me opongo
a todo”, que atribulados ante la posibilidad de que se aprobara la
iniciativa, trajinaban sus humanidades con lloro y rechinar de dientes
incluidos, frente a las siempre afiebradas cámaras del monopolio Clarín y su
cadena privada nacional de medios de obediencia debida.
La
transversalidad generacional tiene una enorme inserción en la juventud del país
y atraviesa todos los estamentos sociales. Pero hay un importante segmento que
no cuenta con la edad requerida para expresarse en las urnas. De ahí la
decisión de elevar al Congreso el proyecto de ley que acaba de ser aprobado,
permitiendo bajar la edad de los jóvenes para que puedan sufragar. Su
participación en los próximos actos electorales enriquecerá sin dudas la
fortaleza del pliego democrático. Esto
significa, ni más ni menos, que la profundización de la militancia política de
los jóvenes será una realidad y un fenómeno social incuestionable. Precisamente
en los fundamentos de esta iniciativa oficial, se destaca la
multitudinaria incorporación de jóvenes a la política en los últimos años, algo que parece provocar un inconcebible temor entre los apólogos del
pasado. No es el único ni el primer país que lo ha puesto en
práctica con éxito.
Los
procesos de ampliación de derechos se deben dar en el ámbito de la política
para llevarlos a cabo. Hablar en términos abstractos de justicia y derechos es
imposible. Es cierto, los que impulsan la medida tienen un interés político,
como así también los que están en contra.
El derecho al voto en este caso, siempre debe ser
bienvenida y celebrada, sobre todo porque es una conquista social más en
tiempos de cambios sustanciales. El argumento de si están preparados o no para
elegir, se le podría aplicar también a muchos adultos que no pasarían la prueba
más elemental, sin embargo, entran al cuarto oscuro y votan al boleo. ¿La irresponsabilidad de esos
mayores tiene coronita por una simple cuestión de edad?
Hoy un joven de 16 años no es, ni por asomo, igual que uno de
su edad décadas atrás. La participación activa de los adolescentes en nuestra
sociedad, su militancia en los diferentes espacios políticos y sociales, su
compromiso solidario con la justicia social expresan con claridad un cambio de
paradigmas y una saludable toma de conciencia. Así como se los adoctrina en religión desde muy pequeños, se los
debería instruir en política como parte de una formación integral. Más aún, si
a los 6, 7, 8 años la Iglesia les hace “confirmar” su preparación y aceptación
de los preceptos religiosos inculcados. Por qué no van a estar preparados a los
16 para confirmar y demostrar su responsabilidad como ciudadanos. Un sondeo da
cuenta del interés de la juventud por la política. El 68 por ciento dijo que
votaría en el caso de que les permitieran hacerlo. Es mucho más manejable un
joven que no vota que aquel que sí lo hace.
Además,
si la gran mayoría estudia y se prepara para el futuro, por qué entonces no
va tener derecho a elegir a las
autoridades que gobiernen esta nueva patria arrebatada al baratillo
privatizador.
El miedo al cambio es lo que provoca esa resistencia. Miedo egoísta, por conveniencia, no
sea cosa que los privilegiados de siempre pierdan la potestad de
gobernar a su antojo los destinos de nuestra economía para beneficio propio
como ha sido siempre su modus operandi.
Con ver lo que vomitan los principales medios basta y
sobra. En su delírium trémens
consideran que los jóvenes tienen su cabeza tan vacía que se la pueden llenar
fácilmente con cualquier bazofia. Otros aseguran que no están maduros
aún. ¿Qué es estar maduro? Son personas, no frutas. Los chicos de
“La noche de los lápices” que fueron desaparecidos por la dictadura por pedir
el boleto escolar gratis. ¿Eran inmaduros también?
En este contexto se alzan las quejas conservadoras de
siempre: que son muy jóvenes, que no están preparados, que van a ser usados.
Sí, es verdad, ya fueron usados para la guerra y con apenas dos años más . . .
Uno
de los sectores que más debate política en la Argentina es la juventud. En ese
sentido los Centros de Estudiantes son un
ejemplo de discusión y práctica democrática. Pero para la mirada gerontocrática
que siempre los ha visto como sujetos de consumo y pasatismo, sólo sirven para
eso, no para pensar la política. Es el mismo prejuicio que viene de una
tradición patriarcal y machista que sostenía que las mujeres no podían votar.
Son como el perro viejo.
Años ha, en el Secundario, con las materias llamadas Educ. democrática, ERSA o Inst. Cívica se
estudiaba el concepto de República con su división de poderes etc. etc. Al
mismo tiempo, nuestro país padecía dictadura tras dictadura que con sus tanques
le pasaban por arriba precisamente a esos tres poderes. ¡Flor de bolonqui
teníamos en la sabiola y no entendíamos un joraca! Lo que los pibes estudian
hoy lo ven en la realidad, y eso es formación política.
Este es un momento de ampliación y consolidación de derechos.
Y los jóvenes están tomando la política como propia. Se suman a ella y la
transforman. La sacan de la tenebrosa noche militar, del crimen más horrendo,
ese que denunciara Rodolfo Walsh en su Carta a las Junta Militar y que le costó
la vida. Ese exterminio social que comenzó con el Terrorismo de Estado y que
continuó con el económico de la segunda década infame neoliberal de los ‘90.
Los jóvenes pueden votar porque hay una sociedad que es
democrática y porque son ellos quienes han protagonizado ese proceso. Arguyen que los menores no muestran interés por los
temas políticos. Muchos adultos tampoco y sin embargo votan . . . ¡Y así lo
hacen también!
Y como no podía ser de otra
manera, las declaraciones de los jerarcas de la Iglesia Católica en este tema,
demuestran que aún siguen en la Edad Media. Al no poder imponer más su visión maniquea de la vida, y como representantes del cielo . . . en el
cielo pusieron el grito. Lo único que les interesa defender son sus
espacios de poder, sus prebendas y su perversión interna, eso que precisamente
los jóvenes vienen cuestionando cada vez más. Todo cambio que se propone en la
sociedad choca con su hermético rechazo. Desde esa concepción, pretenden hacer
creer que si la nueva juventud vota, va
a provocar una disgregación familiar. Escuchar eso da vergüenza
ajena, propia y de género. No advierten que ese fundamentalismo arcaico es lo
que genera la incontenible diáspora de sus seguidores. Y eso que tienen la dispensa de abrir y cerrar la transmisión de todos
los canales de televisión abierta y hasta la celebración de la misa por TV, lo que implica una grosera
discriminación hacia los demás cultos que tienen el mismo derecho. No
obstante, nadie ve adoctrinamiento e imposición de dogmas en ese
monopolio mediático del ritual. Privilegio de una Iglesia que siempre ha estado
con el Poder de turno, o con el de turno en el Poder.
Lo más probable es que los pendex sorprendan a todos
y demuestren que saben más de política y de la realidad que muchos “Adultos”
que la tienen re-clara. Y que con su ímpetu juvenil y su espíritu idealista y
no contaminado por el individualismo de los mayores, se conviertan en la
esperanza del futuro o al menos, los que lleven la posta para la construcción
de un país mucho mejor.
“La sangre joven no
obedece un viejo mandato” dijo hace mucho el viejo Shakespeare. Será por eso que algunos “viejos”
le tienen tanto miedo a la juventud . .
.
Así que, habrán de disculparme, pero yo no entro en
esa porque no tengo tiempo para hacerme viejo . . .
Laborde. Cba. Arg.
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