La Democracia no garantiza por sí misma una exitosa gestión de
gobierno. Simplemente otorga las herramientas para una buena administración. Si
quienes tienen que llevarla a cabo no lo saben hacer y fracasan . . . ¡No es
culpa de la Democracia!.
Opinión DelsioEvarGamboa
Generalmente quien mucho sabe comunica más fácil que
el que tiene menos formación. Y eso se da con mucha mayor frecuencia en la
política, donde aquellos dirigentes con más capacidad comunicativa se expresan
con mucha más claridad que otros que carecen de ella. Este el caso de Mauricio
Macri, que además de farfullar de corrido, tiene serios problemas para hilvanar
una frase. Todo lo contrario se da con la Presidenta. Dueña
de una brillante rotundidad dialéctica, donde su oratoria despliega erudición,
memoria prodigiosa y una construcción sintáctica impecable. Algo que lució en
el breve concepto que le dedicó por ejemplo a los caceroleros protestones, en
una clase magistral de cómo expresar con pocas palabras un pensamiento
profundo:
“A todos les propongo que cada uno exprese sus ideas,
que encuentren a los dirigentes que pueden expresárselas y que no se enojen con
nosotros por no expresar sus ideas, porque no las tenemos”
A esta demostración de síntesis comunicacional no hay
mucho más que agregarle. En consecuencia y en ese contexto, aquellos que están
disconformes tienen todo el derecho a manifestar su desacuerdo, pero no a
exigirle al gobierno que piense como ellos. Que además por haber sido ratificado
por más del 54 % del electorado, tiene la facultad de llevar adelante un
proyecto político que ha sido plebiscitado y que le ha valido esa contundente ratificación.
Quienes disienten tienen todos los instrumentos que la democracia les permite
para organizarse, darse sus propios programas de gobierno y designar a los dirigentes
que los pondrán en práctica. Si continúan con sus conciertos tefloneros, más
tarde o más temprano tendrán que proponer un proyecto, muy probablemente de
centro-derecha, o directamente de derecha explícita, a tenor de sus rabiosas
expresiones, y salir a exponerlo para que la ciudadanía lo evalúe. ¿Quieren
volver a la “libertad de mercado” donde impera la ley del más fuerte? Está en
sus atribuciones hacerlo, pues entonces, si son tantos como dicen . . .
¡Organícense!
En principio, no
importa la “cantidad” de gente para el análisis. Sabemos que hay un núcleo duro
que es importante en cantidad y que es el que está tan enojado con el Gobierno.
No es “mayoría” pero es significativo en cantidad.
Ocurrió lo mismo, por ejemplo, con Hugo Moyano y su
Plaza de Mayo. No importa cuánta gente llevó. Son bastantes y deberían -por
todos los beneficios recibidos- ser todos “votantes kirchneristas”. Si hoy no
lo son, esto debe ser motivo de un análisis político, no “contable”.
Un punto a considerar respecto de la constitución de un
espacio organizado de derecha, es que la particular historia de nuestro país
consta de episodios sobrados en los cuales la derecha llegó al poder entrando siempre
por la ventana: ya sea por los golpes de estado, o por el viraje de 180 grados
que hizo Ménem porque, entre la promesa de revolución productiva y salariazo, a
la adhesión fervorosa al perverso neoliberalismo, muy poco tiempo medió. Nadie
quiere ser la nueva UCD de Don Alvaro, que nunca ganó nada. Nadie se bancaría
el escarnio que supone un lugar en el fondo de la tabla electoral.
Macri -el vetador serial- dice que privatizaría YPF y
anularía la Asignación
por hijo, como una explícita confesión de su analfabetismo político. De La Sota se saca fotos con él
pero aclara las “diferencias ideológicas” que tienen (¿?) . . . Lo cierto es
que nadie nunca en la
Argentina ganó una elección desde la derecha. De ahí que un programa
“dólares y represión” sumaría menos
votos que “Apocalipsis” Carrió.
La derecha en argentina jamás tuvo una impronta política masiva. Nunca fue populista. Fue y es elitista, apolítica y conservadora, pero tuvo siempre un enorme poder para defender a los poderosos, que por su naturaleza son muy pocos pero tienen mucho poder. La única excepción fue el menemismo, convertido en lo peor del Peronismo de Derecha que sobrevivió por descarte, luego que los militares se quemaron, el radicalismo renunció, etc. Desde entonces, la derecha argentina no tiene ninguna estrategia legal para recuperar el poder, eso sí, por izquierda y en las sombras tiene muchas. Como la rebelión de la derecha sojera patronal o la disputa Gobierno-Clarin, que fueron y son intentos de volver al pasado y establecer una nueva hegemonía, que por el momento no les sale.
Para resumir: si la derecha no tiene un partido hoy, es porque durante el siglo XX no lo necesitó para gobernar, siempre lo logró por los cuartelazos, Menemazos y De la Ruazos.
La derecha en argentina jamás tuvo una impronta política masiva. Nunca fue populista. Fue y es elitista, apolítica y conservadora, pero tuvo siempre un enorme poder para defender a los poderosos, que por su naturaleza son muy pocos pero tienen mucho poder. La única excepción fue el menemismo, convertido en lo peor del Peronismo de Derecha que sobrevivió por descarte, luego que los militares se quemaron, el radicalismo renunció, etc. Desde entonces, la derecha argentina no tiene ninguna estrategia legal para recuperar el poder, eso sí, por izquierda y en las sombras tiene muchas. Como la rebelión de la derecha sojera patronal o la disputa Gobierno-Clarin, que fueron y son intentos de volver al pasado y establecer una nueva hegemonía, que por el momento no les sale.
Para resumir: si la derecha no tiene un partido hoy, es porque durante el siglo XX no lo necesitó para gobernar, siempre lo logró por los cuartelazos, Menemazos y De la Ruazos.
Ante la falta de representación, estos sectores deberían
generar sus propios cuadros políticos que los representen. De hecho ya lo están
intentando. Hay que reconocer que todavía no les sale muy bien. Son muchos años
de imponer por la fuerza sus pretensiones, se supone que con años de ejercicio
democrático irán aprendiendo. Esperemos que no lo logren nunca.
Se
puede decir sin temor a equivocarse que el kirchnerismo se siente orgulloso de
haber sincerado al peronismo. En sus filas no hay un sólo representante de la
derecha peronista que hace tiempo ha quedado reducida a la mínima expresión y
no representa a nadie.
La necesidad de los sectores medios urbanos de “hacer
política por mano propia” es más que nada un fracaso de la dirigencia política
opositora. Esta gente busca una representación. Es un electorado traído por la
cigüeña que anda tras un candidato y todo indica que no lo puede hallar.
Es preocupante cuando se amontona mucha gente sin
representación porque andan como chata sin lanza y pueden salir para cualquier
lado. Odian a los que piensan distinto y se enojan con aquellos que los dejan
solos, desnudos y a los gritos.
La única estrategia posible es la determinación
política en serio. Es decir: decidirse a ser de derecha sin ningún tipo de
vergüencita, lo cual, en la
Argentina de hoy no sirve para ganar, pero sí para acumular
una cierta cantidad de votos conservadores. Aunque esto implica, por ejemplo,
dejar de lado las dos consignas principales que quieren hoy: “no a la
re-reelección” -porque saben que no tendrían ninguna chance-, y “contra la
inseguridad”, que es la chicana de la derecha. Y en lugar de eso animarse a
expresar lo que muchos no se animan: una agenda neoliberal. Esto es, que
quieren dólares; que no quieren controles del Estado; que no quieren empresas
del Estado, que no están de acuerdo con la no represión de la protesta social;
que no están de acuerdo con una política de seguridad “blanda”; que quieren
acabar con la
Asignación Universal “para fornicar”; tampoco con los nuevos
jubilados de la moratoria provisional; ni que los salarios en la Argentina sean los más
altos de Sudamérica; ni netbooks para los alumnos de escuelas públicas. Ellos
que, a diferencia del 2001, cuando se juntaron con “los de abajo; porque tenían
“miedo de caer”, hoy tienen miedo a que “la negrada” se le suba muy arriba . .
.
En cambio, del otro lado, la gran mayoría exige a los
que salen “a cacerolear” con tanta furia descontrolada, además de sus
inconsistentes reclamos, que no hablen más de generalidades. Eso de los “países
serios”, de “calidad institucional”, de “crispación, de “falta de libertad”,
basta de “gasto social”, de Derechos Humanos y por más “diálogo y consenso”
mientras piden la muerte de la
Presidenta, es una chicana muy burda.
La falta de encuadramiento político de los caceroleros, -al
menos porteños- es una falencia que no les posibilita ir más allá de su
territorio capitalino. Tienen a su favor todos los “atributos” de la agenda de
la derecha, pero no quieren asumir el riesgo que políticamente eso implica.
Por supuesto, no van a ganar en la primera vuelta.
Pero pueden acumular una cantidad interesante de votos y “quedar en las
gateras” para cuando algún día el péndulo de otro tiempo -que ojala no llegue
nunca- largue una carrera que les de
posibilidades.
Mucha gente, entre la que este escribidor se cuenta, que
disfruta como nunca de un alto estado de bienestar y de una maravillosa
libertad, tratará de impedirlo a como dé
lugar. De eso, se está más que seguro porque, como dice el poema: “después de haber bebido el néctar de tus
labios, ya no podré vivir sin ese beso . . .”
Laborde. Cba. Arg.
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