El signo de la caceroleada
es: no miremos atrás porque nos aterra aquel abismo; al presente llegamos por
nuestro propio esfuerzo; no por políticas de Estado. El país es así: rico por
naturaleza, como dice Biolcati. Entonces, si somos tan ricos, queremos nuestra
parte. Es palabra de teflón.
Está claro que la movilización del jueves 8 de
noviembre pasado fue importante en cantidad de gente. La pregunta es qué pasará
a partir de allí. Más aún teniendo en cuenta que los grandes medios opositores montaron
un operativo impresionante paneándola desde todos los ángulos posibles para
magnificarla hasta el paroxismo. Pero la única que le puso cámara y micrófono a
la gente fue, casualmente, la
TV Pública.
No obstante, la falencia intrínseca del cacerolazo es la falta de representación política. Aunque detrás esté El Grupo Clarín; el PRO; la Sociedad Rural; los grupos neonazis; la procesista Cecilia Pando; los “peones rurales” del Momo Venegas; los camioneros de Moyano; la ultraderecha recalcitrante; todos los golpistas de antes y de ahora y los idiotas útiles de siempre que no saben por qué, pero están ahí. Todos protestando contra el gobierno nacional. Sin embargo, cosa extraña, -o tal vez no- no mueven un dedo contra el Jefe de Gobierno porteño que está procesado por asociación ilícita y a las puertas del juicio oral. Tiene la capital es un inmenso basural; sin luz; inseguridad; el transporte es chatarra; inundada con cuatro gotas porque no de ha hecho una sola obra; edificios que se derrumban y un caos permanente. Eso no amerita un airado cacerolazo? . . . Si fuera responsabilidad de Cristina ya habrían dado un Golpe de Estado . . .
No obstante, la falencia intrínseca del cacerolazo es la falta de representación política. Aunque detrás esté El Grupo Clarín; el PRO; la Sociedad Rural; los grupos neonazis; la procesista Cecilia Pando; los “peones rurales” del Momo Venegas; los camioneros de Moyano; la ultraderecha recalcitrante; todos los golpistas de antes y de ahora y los idiotas útiles de siempre que no saben por qué, pero están ahí. Todos protestando contra el gobierno nacional. Sin embargo, cosa extraña, -o tal vez no- no mueven un dedo contra el Jefe de Gobierno porteño que está procesado por asociación ilícita y a las puertas del juicio oral. Tiene la capital es un inmenso basural; sin luz; inseguridad; el transporte es chatarra; inundada con cuatro gotas porque no de ha hecho una sola obra; edificios que se derrumban y un caos permanente. Eso no amerita un airado cacerolazo? . . . Si fuera responsabilidad de Cristina ya habrían dado un Golpe de Estado . . .
Sin embargo, el “cacerolazo” no va a lograr ninguna
repercusión por la insustancialidad del
reclamo, en general, alejado del más elemental sentido común, porque
además no pasa de ser sólo un mensaje dirigido al oficialismo, con lo que allí
termina todo. El gobierno tiene un proyecto de país
que fue ratificado por un número impresionante de ciudadanos hace un año y está
gestionando en consecuencia, aún en medio de una crisis mundial sin parangones.
La instituciones de la república funcionan con absoluta normalidad, la economía
también, por lo que es inadmisible que se deje de lado un modelo que, aún con
muchas materias pendientes, es exitoso desde donde se lo mire, para adoptar en
cambio las inconsistentes demandas de los caceroleros. Eso escaparía de toda
lógica.
A su vez, a la oposición lo único que le queda es lograr
algunos acuerdos, uno con la derecha del
peronismo residual y otro con la centroizquierda mentirosa con pata
radical. Eso si es que la sombra nefasta de la Alianza que se supo
padecer no los fagocita antes. Hasta ahí, no más que eso, porque no hay
renovación ni se ve a ningún “presidenciable” con intenciones de dar un paso al
costado por el bien de la democracia: ¿Alguien cree que Binner, Duhalde, Moyano,
Patricia Bullrich, Carrió, Aguad, Alfonsín, De la Sota y hasta el propio Macri
estén dispuestos a dejar de lado sus desmedidas
ambiciones personales?
Cristina fue muy clara hace poco cuando dijo que
los descontentos deberán darse fuerzas políticas que expresen sus postulados, si
es que los tienen, porque hasta ahora, más allá del rejunte amontonado y sin
timón no se vislumbra nada. En ese sentido, está fresco el recuerdo de las
asambleas del 2001 y 2002 con su perentorio “Que
se vayan todos” y más cerca los “Indignados” de Europa.
No se puede decir que la manifestación de días atrás en la Capital, fue un dechado de
pacifismo. Muchos energúmenos -demasiados para mi gusto- se recibieron de
“machos” pegándole ”valientemente” por la
espalda a indefensos periodistas que sólo cumplían con su trabajo de informar.
Pero parece que las agresiones y el autoritarismo son exclusividad del gobierno
. . .
El día después debería ser el punto de partida para que estos sectores tan soliviantados comiencen a formular una propuesta política que los represente y le planteen al resto de los argentinos qué clase de país en definitiva proponen. Porque con desaforados insultos y explícitos deseos de muerte a la presidenta no les serviría para gobernar llegado el caso . . .
El 8 de noviembre se dio el fenómeno de una gran movilización pero que no modificará en nada la gestión de una Presidenta que tiene una convicción y una fortaleza como nunca se han visto y está cumpliendo su programa de gobierno con inquebrantable voluntad. Pero se da la paradoja de que, aún transitando un tiempo trascendental para el país, la mayoría de los que salen a la calle, pertenecen a los sectores más beneficiados precisamente por la acción del gobierno que tanto los enerva. Una manifestación de gente a la que le va muy bien pero reclama que vuelva el FMI, el endeudamiento externo, en contra de las políticas públicas, de la intervención y control del Estado, contra la Asignación por hijo, la privatización de las YPF, a favor de las AFJP, en contra de Aerolíneas, del Fútbol para Todos, por libertad a los genocidas, por represión y gatillo fácil etc. Pero no lo pueden decir, porque si lo dijeran, el país en su gran mayoría los repudiaría porque ya no permitiría volver al tenebroso pasado que dejamos atrás. Deben sincerarse y aclarar de una buena vez desde qué lugar están hablando, porque hasta ahora, más allá de sus vacuos reclamos, de sus actitudes violentas y de su desmesurada agresividad, no se sabe de dónde vienen ni a dónde van. Lo suyo no es más que puro replique de tapas de Clarín, La Nación y Lanata. Nada original. Son concientes -imagino- que no pueden sostener en absoluto la puerilidad de su argumentación, entonces se escudan tras consignas vacías de contenido que no resisten el menor análisis.
En última instancia constituyen una simple sumatoria de individuos que reclaman difusamente por intereses personales confusos, sin capacidad de argumentación lógica y bajo la orientación de un grupo mediático.
El día después debería ser el punto de partida para que estos sectores tan soliviantados comiencen a formular una propuesta política que los represente y le planteen al resto de los argentinos qué clase de país en definitiva proponen. Porque con desaforados insultos y explícitos deseos de muerte a la presidenta no les serviría para gobernar llegado el caso . . .
El 8 de noviembre se dio el fenómeno de una gran movilización pero que no modificará en nada la gestión de una Presidenta que tiene una convicción y una fortaleza como nunca se han visto y está cumpliendo su programa de gobierno con inquebrantable voluntad. Pero se da la paradoja de que, aún transitando un tiempo trascendental para el país, la mayoría de los que salen a la calle, pertenecen a los sectores más beneficiados precisamente por la acción del gobierno que tanto los enerva. Una manifestación de gente a la que le va muy bien pero reclama que vuelva el FMI, el endeudamiento externo, en contra de las políticas públicas, de la intervención y control del Estado, contra la Asignación por hijo, la privatización de las YPF, a favor de las AFJP, en contra de Aerolíneas, del Fútbol para Todos, por libertad a los genocidas, por represión y gatillo fácil etc. Pero no lo pueden decir, porque si lo dijeran, el país en su gran mayoría los repudiaría porque ya no permitiría volver al tenebroso pasado que dejamos atrás. Deben sincerarse y aclarar de una buena vez desde qué lugar están hablando, porque hasta ahora, más allá de sus vacuos reclamos, de sus actitudes violentas y de su desmesurada agresividad, no se sabe de dónde vienen ni a dónde van. Lo suyo no es más que puro replique de tapas de Clarín, La Nación y Lanata. Nada original. Son concientes -imagino- que no pueden sostener en absoluto la puerilidad de su argumentación, entonces se escudan tras consignas vacías de contenido que no resisten el menor análisis.
En última instancia constituyen una simple sumatoria de individuos que reclaman difusamente por intereses personales confusos, sin capacidad de argumentación lógica y bajo la orientación de un grupo mediático.
Esta manifestación es una respuesta
tardía al resultado del 23 de octubre de 2011donde las fuerzas políticas que
dicen expresarlos apenas si lograron movilizar a sus familiares. Esta clase
media figurona, individualista, tilinga y discriminadora, es la misma que en el
2001-2002 gritaba “piquete y cacerola la lucha es una sola” porque se le caía encima
el mundo. Ni bien se
retiraron un poco las llamas de aquel infierno y
empezó a recuperar los dólares que Cavallo les manoteó, -y que este gobierno
les devolvió- comenzó a exigir represión a esos mismos piqueteros, dando una muestra
acabada de los valores con que se maneja y que siguen siendo su sello de identidad.
La elección presidencial del año pasado, firmó el
certificado de defunción de un tipo de representación política obsoleta. Los
cacerolazos son el reconocimiento de ello por parte de ciudadanos de derecha
que decidieron tomar las cacerolas por mano propia, sabedores de que nada
pueden esperar de las seis partidos políticos que lograron el 46 % que no votó
por el Frente para la
Victoria, y que no eran un sólo bloque como pretenden hacer
creer, porque jamás estuvieron unidos. Y si alguna vez llegaran a unirse,
sería por el espanto, nunca por el amor. El incremento en cantidad
de movilizados fue directamente proporcional a la percepción de que las fuerzas
opositoras no están capacitadas ni siquiera para organizar un asado, y que no
saben hacer otra cosa que ir a quejarse ante las pantallas del Grupo Clarín,
quien les dicta la agenda diaria, para salir con el cuchillo entre los dientes
contra cualquier iniciativa del gobierno, sin advertir que las medidas que se
toman, sencillamente sintonizan con lo que piensa la gran mayoría de los
argentinos. Días atrás se vio otra demostración de impotencia de esa escuálida oposición,
manifestada en la foto que los muestra con cartelitos “No a la reforma constitucional” para una hipotética re reelección
presidencial. Algo absurdo porque nadie desde el
gobierno ha hecho una sola mención en ese sentido. Y más absurdo aún si vemos
que también estaban dirigentes de partidos que se dicen “progresistas”.
Es realmente patético ver a los socialistas ponerse en contra de toda posibilidad de reforma de una arcaica Constitución liberal, maridándose con la derecha recalcitrante, con neoliberales y desheredados de la política sonriendo para las cámaras en impúdica confraternidad.
Es realmente patético ver a los socialistas ponerse en contra de toda posibilidad de reforma de una arcaica Constitución liberal, maridándose con la derecha recalcitrante, con neoliberales y desheredados de la política sonriendo para las cámaras en impúdica confraternidad.
El problema es que el 8N puede llegar a
representar el comienzo de una nueva gran frustración para ese segmento de
clase media, que ya fue burlada en el movimiento asambleario del 2002 por sus
propios condicionamientos de estatus social y por el accionar retardatario de
patrullas descarriadas. Ahora el peligro es que esa desorientada porción,
identificada con los dogmas del neoliberalismo más cerril, quiera ser cooptada
por “revolucionarios” de café que aún sueñan con “la dictadura del
proletariado”. Lo cierto es que mientras exista el peronismo con su poder de
inserción en las grandes mayorías populares, esos grupúsculos tienen vedado el
reconocimiento de esas mayorías que no
obstante, ilusamente dicen representar.
Tal como están las cosas, al gobierno no debería movérsele una pestaña en tanto lo institucional y lo operativo, ya que no es novedad que subyacen pretensiones desestabilizadoras en la protesta, tal cual ha ocurrido las veces anteriores. Más aún porque la activa y multitudinaria militancia kirchnerista con su “Nunca menos”, así lo exige. Votaron masivamente a Cristina para que gobierne hasta el 2015, no hasta el 8N.
Tal como están las cosas, al gobierno no debería movérsele una pestaña en tanto lo institucional y lo operativo, ya que no es novedad que subyacen pretensiones desestabilizadoras en la protesta, tal cual ha ocurrido las veces anteriores. Más aún porque la activa y multitudinaria militancia kirchnerista con su “Nunca menos”, así lo exige. Votaron masivamente a Cristina para que gobierne hasta el 2015, no hasta el 8N.
Si esta clase media neoliberal no es capaz de
parir una fuerza política que sin vergüenza alguna se presente en sociedad
asumiéndose como la derecha explícita que le falta a la Argentina, el 8N será el
inicio de una diáspora sin retorno. El 8N o el 9N, da igual, es un fracaso porque no persigue
ningún fin que sea realmente coherente porque sólo cosechó -como no podía ser
de otra manera- un parafernálico despliegue de un Grupo multimediático,
crispado ante el temor por la inminente aplicación de la totalidad de la ley de
Servicios audiovisuales con lo que terminan siendo funcionales a los espurios
intereses del monopolio Clarín.
Por eso insisto: sigue teniendo carácter de aserto bíblico aquella frase premonitoria del morocho Malcom X cuando sentenció antes de ser asesinado: “Cuídate de los medios de comunicación, porque vas a terminar odiando al oprimido y amando al opresor”.
Laborde. Cba. Arg.
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