sábado, 30 de junio de 2012

“¡Qué clase es esa clase sin clase!”. Por Delsio Evar Gamboa


¡No es la cacerola estúpido, son los que la golpean! . . .

"Ignoran que la multitud no odia, odian las minorías, porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor". -Arturo Jauretche-

Opinión                                                                                              DelsioEvarGamboa
Esta ingeniosa frase de Nicolás Casullo referida a la clase media porteña, es en sí toda una definición sobre la idiosincrasia de ese segmento con su porfiado berretín de figuración.
Pero es indudable que ella tiene -entre otras tilingadas- una fijación enfermiza con el dólar y que es demasiado manejable por el desmesurado aparato de dominación mediático.
Como un sacramento pagano, ese grupo minoritario le rinde culto a la verde moneda no tanto como a una reserva de valor, sino como artilugio de evasión, especulación y status social.
Si queremos que el país cambie, tenemos que cambiar todos en serio. Y los que se resisten a hacerlo, quedarán a un lado como trasto viejo. Hay mucho apoyo a las decisiones del Gobierno Nacional, pero hace falta potenciarlo, no explotarlo. No dejarse seducir por la parafernalia destituyente que se juega por la devaluación.
En ese contexto, un escuálido número de bravucones de la ultraderecha, con rostros desencajados, ojos desorbitados y bocas excretando odio, como una escoria residual de los ex “piquetes de la abundancia” y en una esperpéntica convocatoria, se manifestó con su visceral irracionalidad en una caceroleada VIP. Parecían urgir la toma de la Bastilla con guillotina incluida: “quiero comprar dólares”, “es lo peor que hemos tenido”, “queremos libertad”,“tenemos miedo”,“esto es una dictadura”. . . Todo vomitado como si portaran un compendio de patologías psíquicas, producto de una manipulación mediática que los ciega y no les permite ver que no hay tal “falta de libertad” sino que sólo son prisioneros de su desmesurada avaricia.
¿Gritarle a una sociedad devastada por dictaduras que “esto es una dictadura”? . . . Tal barbaridad no sólo es una muestra de la más grosera ignorancia, sino una obscena falta de respeto hacia las miles y miles de víctimas del período más sangriento de nuestra historia.
Lo cierto es que esos “miedosos” son más peligrosos que el “miedo” que los asusta, porque exorcizando sus demonios atacaron con saña a un grupo de trabajadores de medios no monopolistas y los molieron a patadas, por lo que dicen o podrían decir, desnudando una vez más su visceral cobardía. No obstante, sus “paquetas protestas” quedaron demasiado lejos en número, no así en violencia, de lo alcanzado con la 125 en las jornadas sediciosas del 2008, y mucho más aún de las vanas ilusiones del triunfo electoral de junio de 2009 cuando -champaña mediante-, creían que era cuestión de soplar para tumbar al gobierno. No pudieron en las noches otoñales de Barrio Norte, revivir los delirios de aquella victoria pírrica.
La furia de estos energúmenos, sólo sabe manifestarse insultando y agrediendo ferozmente a indefensos periodistas. De ahí a los "Comandos civiles" del ’55 apenas puede haber un paso. Su peor emoción es el resentimiento.
Mientras tanto, la corporación multimediática satura con versiones tendenciosas que no logran prender en el grueso de la población pensante y bien informada. La prédica desestabilizante que propaga no hace mella en una sociedad feliz y convencida por primera vez en mucho tiempo de cuál es el camino para arribar al país soñado. Por eso el sonido de las cacerolas parece tan anacrónico, arcaico, vetusto, como un estertor del pasado en clave de parodia.
Esos alienados por los medios son una rémora del pasado, su idea de la política atrasa tres siglos, y en realidad son ellos el excedente en un país que ya está en el siglo 21.
No obstante, ese periodismo hegemónico que es la máxima creación de las corporaciones, no se da tregua en su intento de socavar el fuerte lazo que une a las mayorías con La Presidenta y sus políticas. Y como no tiene ningún referente de fuste, no hay posibilidad de erosionarla si no es con violencia. Por eso, La Cámpora, Kicillof, las importaciones, el “impuestazo” al campo, el dólar y hasta la palabra ‘polémico’, -que ya parece ser el primer nombre de Guillermo Moreno- son los blancos preferidos de sus misiles. En su cruzada conspirativa no le hace asco a nada.
En ese sentido, se encargan a toda hora de exacerbar el odio y fogonear la revuelta. Los “indignados” argentinos no golpean cacerolas ni patotean porque tengan hambre o porque vean vulnerados sus derechos. No necesitan recuperar ninguna dignidad ni derechos, sino atesorarlos.  Son dignos de vivir dignamente y agitar sus pulseras de platino y relojes de oro al ritmo de las cacerolas de teflón, que obligan a golpear también a sus cocineras, mucamas y sirvientes de obediencia debida. Aunque la dignidad para ellos, es un privilegio exclusivo para su clase social y no un derecho en expansión hacia los que apenas tienen un poco más que nada y mucho menos que todo. Consideran la caridad y el reparto de migajas como una exclusiva manera de acción solidaria. Desde luego, no perciben en su enajenación que su avidez individualista es la causa directa de la pobreza por la hipócritamente se conduelen desde su “espiritualidad” de píos creyentes. Están en contra de los pobres “enemigos del orden” y a favor del orden enemigo de los pobres. Una lectura light diría que repiten la letanía de su propia sacralización que les hace creer que la riqueza es inocente de la pobreza, que la riqueza y la pobreza vienen de la eternidad y hacia la eternidad caminan. Por lo tanto, los pobres están condenados a la servidumbre en esta vida y al infierno en la otra. Y que eso es así porque Dios ha dispuesto que así sea.
Son los que se pretenden dueños del país y consideran al resto de la población como advenedizos indeseables. Para ellos todo está mal, y si no lo está, merece estarlo.
Afortunadamente, esta rebeldía elitista deja en evidencia quiénes son sus protagonistas y cuáles  sus intenciones. Ya no es el rejuntado que se plegó a la rebelión sojera sin saber lo que apoyaba pero acompañaba con vehemencia. Ahora son sólo una manga de pocos y no logran conquistar adeptos, sino todo lo contrario, no suman ni para un armar un picado. Pero se prenden al plan sistemático de agitación de los medios del monopolio que en un intento deleznable, presentan el revalúo de los campos más caros del país -que tributan una miseria- como una exacción; los controles de la AFIP a la adquisición de dólares como una restricción a la libertad y la defensa de la producción como un proteccionismo autoritario. Todo sirve para proteger privilegios. Todo es bueno para impedir que el poder político gobierne a la economía.
Rapiñeros como son, esos sectores obtienen cuantiosas ganancias cuando a la mayoría le va mal. Con total impudicia, apuestan al fracaso de un modelo que durante nueve años ha demostrado ser beneficioso para todos. Incluso para ellos mismos. Pero siempre quieren más, y a pura prepotencia, no soportan que a los demás les vaya bien. Cuando Daniel Scioli logró imponer la ley para el revalúo fiscal, la patota rural con Biolcatti a la cabeza volvió a entrar en acción y quiso asaltar el Congreso provincial. Además del pánico, buscan instalar un clima de sospecha permanente si las medidas no son favorables para sus intereses.
No es de extrañar entonces que con burdas maniobras mediáticas, se ocultara el minucioso informe presentado por Axel Kicillof y Julio De Vido sobre los intentos de Repsol para desmantelar YPF.  Los datos revelados por los funcionarios fueron demoledores. “Era una vaca lechera a la que iban a ordeñar hasta la muerte” fue la metáfora utilizada por el joven vice ministro. Desinversión, depredación, saqueo, vaciamiento, daño ambiental, desvío de fondos, forman parte de la historia reciente de YPF, entregada por unas pocas monedas por el infame riojano a Repsol, la entonces insignificante empresa española. Se revirtió un nefasto pasado reciente por un auspicioso futuro, porque en poco tiempo ya se ha recuperado su producción en un porcentaje más que importante. Pero las cacerolas de Barrio Norte no se llenan con petróleo, sino con la malsana escoria conque la prensa monopólica las rebalsa día a día y que parece no ser suficiente para saciar su avariciosa angurria. Cada golpe sobre una cacerola de teflón es funcional a los privilegios de las minorías.
Pero, mientras estos nostálgicos del oprobioso pasado vivido proponen retornar a la economía feudal del Centenario, el resto del país le pone todas sus fichas al Tricentenario.
De cualquier modo, hay que estar atentos. La sinfonía cacerolera puede contagiar a los desprevenidos que no se vacunan con buena información. Y no sea cosa que por unos pocos desmemoriados que se dejan manipular al antojo de los intereses corporativos y clasistas, se tire por la borda aunque más no sea, una parte de lo mucho que se ha conseguido últimamente . . . 

Laborde. Cba. Arg.


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