miércoles, 14 de agosto de 2013

"¡Que vuelvan los noventa!" Por Delsio Evar Gamboa



Hubo un tiempo sin odios, crispaciones ni confrontaciones como ahora, y en medio de un clima de paz y armonía, Norma Pla, que era una jubilada vieja y medio loca gritaba:  Cavallo, compadre . . . y el “Mingo” llorando, reconocía que sin un sobresueldo de diez mil dólares no llegaba a fin de mes. Eran tiempos irrepetibles, donde los ministros de economía le hablaban con el corazón a los locos por el dólar y estos le respondían con el bolsillo pero, eso sí, muy amablemente.
Hubo un país donde no había tensiones y hasta tanta tolerancia que se llegaron a incautar los ahorros de la gente para garantizar la convivencia civilizada y los denominadores comunes de la Nación, que no lo alteraron para nada algunos disonantes cacerolazos al grito de “¡Que se vayan todos!” Venían los funcionarios del Fondo Monetario a revisarnos las cuentas, a imponernos ajustes y condiciones y se les gastaba una edulcorada y sumisa obsecuencia.
Tiempos donde a poco de asumir, nadie parecía haber votado a los presidentes de turno, cosa de no generar divisiones ni falsas antinomias y así lograr el punto máximo de convivencia. Donde a los militares golpistas se los trataba de “Héroes de Malvinas” y “la  casa estaba en orden”. Donde las Madres de Plaza de Mayo tenían la entraba prohibida a la Casa Rosada, y se nos decía  “Si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie” y también, “Estamos mal pero vamos bien”.
Fueron épocas en que sin ningún cuestionamiento, Aerolíneas, YPF y todas las empresas estratégicas del país fueron vendidas con tarjeta de crédito para pagar la bicoca que teníamos por deuda externa. Y que por esas cosas de los políticos de entonces, al final no se supo para quién fue.
Tomábamos créditos para saldar una parte de los intereses de la deuda que seguía creciendo, pero mejoraba nuestra relación con los organismos financieros internacionales que, por hacer bien los deberes, al poco tiempo nos prestaban de nuevo. Los docentes montaban la “Carpa Blanca” por más de dos años entre ondas de amor y paz, y la gente los visitaba, solidaria y conmovida. La desocupación crecía al 26% y la pobreza al 60% pero todos disfrutaban porque ello garantizaba que se podía viajar menos apretado en el transporte público y no había que hacer cola en el Súper.
Se desplomó el consumo y no había crisis energética como ahora. Con lo que teníamos nos bastaba y el resto nos dábamos el lujo de exportarlo.
Los retiros voluntarios u obligados posibilitaban que miles de empleados se convirtieran en cuentapropistas. Crecieron como hongos los parripollos, los kiosquitos, las canchas de Padle, las pañaleras, tres o cuatro remiseros por cuadra, y clubes de Trueque por todos lados.
Esos eran años de concordia y no macanas. Uno los vivió a pleno y recuerda muy bien todas las marchas desde antes de la reapertura democrática de 1983. Es más, estuvo cuando se anunció la "Economía de guerra", y cuando, gracias al apriete de Clarín y Duhalde, Alfonsín tuvo que acelerar la entrega del gobierno a Menem. No obstante, reinaba la hermandad entre los argentinos, no nos dividíamos como los chorizos de la parrilla de Binner y menos nos peleábamos por la política con el pariente o el amigo de siempre.
Uno tiene muy presente los primeros años de Menem, con su ministro Herman González en economía estrenando el primer corralito que se llevó puesto a muchos. Pero absolutamente nadie se quejaba. Era un país en el que daba gusto vivir, salvo para algunos que se iban al extranjero y que ahora hacen cola para regresar desconociendo, pobrecitos, la realidad crispada que hoy los aguarda ahí nomás, ni bien salen de Ezeiza.
Todavía resuenan las pastorales palabras de monseñor Quarraccino proponiendo con su característica bohonomía, que los homosexuales fueran recluidos en islas bien lejos. Si habremos retrocedido que ahora hasta se les permite casarse ante la vista de todo el mundo . . .
Había plena libertad de prensa y nadie se preguntaba cómo algunos medios habían llegado a tener tanto crecimiento, y mucho menos había un fiscal al que se le ocurriera investigar cómo fue que la única empresa que fabricaba papel de diario, de un día para otro, mientras sus dueños desaparecían o eran secuestrados, pasó a ser propiedad de los dos matutinos más importantes. Pero no sólo eso, si habrá habido empatía que ni bien asumió Menem, modificó el artículo 22.285 de la ley de radiodifusión para que un diario pudiera acceder a la propiedad de Radios y Canales de TV sin poner un peso. Un gobierno que ayudó tanto al Grupo Clarín, que gracias a él, se convirtió en la potencia hegemónica que hoy maneja el 80% de la información que reciben los argentinos. No es hermoso???
Reinaba una enternecedora confraternidad que jamás era alterada, salvo por algún paro que de vez en cuando le realizaba la CGT de Saúl Ubaldini a Alfonsín, pero que siempre se desarrollaba con estricta corrección. Después con Menem llegamos al clímax con las relaciones carnales pasivas que manteníamos con EEUU y que tantas satisfacciones nos dio. . .  
Vivíamos en una situación casi perfecta, hay que admitirlo. Si hasta la UCR y el PJ se ponían de acuerdo para sancionar el “ahorro forzoso” allá por el ´88 y el “Pacto de Olivos” en el ´94.  Eso sí que era consenso y no como ahora . . .
Qué país!!! . . . moría el hijo del presidente en un accidente que olía al atentado que el padre negaba. Sin embargo, de a poco fueron muriendo dudosamente cada uno  los testigos.
Eran hechos aislados en una patria normal donde daba gusto vivir porque todo estaba bien. Nadie discutía. Cada uno sólo se ocupaba de lo suyo. No trabajaba el que no quería y por supuesto, a ningún político se le ocurría legislar para darle algún derecho al personal doméstico, o a los más necesitados que no eran muchos por cierto.
Épocas en que se podía sentar en el Congreso a un diputado trucho para aprobar la venta de Gas del Estado. Porque lo que sobraba era institucionalidad y seguridad jurídica . . .
Donde un frívolo y farandulero presidente se daba el lujo de hacer Bs As - Mardel en dos horas
y media al mando de una Ferrari “Testarossa”. Tiempos de cuasi-monedas que cada provincia  inventaba con absoluta libertad. En que “la banelco” bancarizaba las leyes más “progresistas” como la flexibilización laboral. De los atentados a la Embajada y la Amia de Israel, pero que en compensación le importábamos naranjas. Todo era armónico, si en Santiago del Estero  hasta salían las mujeres de los campesinos para impedir que los bancos y la usura les remataran los campos que ya iban por los 800 mil, no como ahora que no les han quitado ni una hectárea.  ¿Se puede pedir algo más fino que eso . . . mujeres manifestando para que la protesta tenga un rostro más humano?
El gobierno cuidaba nuestros ahorros y por eso creó el “Corralito” y el “Corralón” y el pueblo agradecido salía a las calles para pedirle que se tomara vacaciones . . . Los jubilados y los estatales ganaban tanta plata que para que no despilfarraran De la Rúa les quitó de los haberes el 13% que venían congelados hacía 12 años, y de paso, también todos los beneficios del PAMI. El Indec era tan confiable que mostraba los índices de inflación que llegaron al 80% mensual. Además, el gobierno no se quedaba con “la Kaja”, al contrario, repartía la “Caja Pan”.
Cómo no recordar el “desagio” de Alfonsín que nos “capaba” cada cheque al cobrarlo y que aceptábamos resignadamente sin saber a santo de qué. TyC nos mostraba las tribunas colmadas mientras el relator se nos reía porque él sí podía ver el partido que recién lo pasaban el domingo a las diez de la noche, eso sí, con el resultado ya sabido.
En definitiva, estábamos tan bien, que para sufrir un poquito, mucha gente hacia interminables colas en las Embajadas extranjeras bajo el sol, el frío o la lluvia . . .
Qué bueno es tener tan buena memoria para rememorar esos años en que fuimos tan felices. Por eso, parafraseando al tango “¿Te acordás hermano?” . . . Aquellos noventa, volver a tenerlos, si cuando me acuerdo me pongo a llorar . . .
Estábamos tan bien . . . ¡Y llegaron los Kirchner! 
 DelsioEvarGamboa
Laborde. Cba. Arg.

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