La designación del
Cardenal Jorge Bergoglio como nuevo Papa de la cristiandad sorprendió
absolutamente a todo el mundo, menos a “Lilita” Carrió, que dijo haber tenido
la primicia tiempo ha, de la propia boca de Dios, en una de sus habituales
charlas con el Creador, pero que no lo quiso anticipar . . . por pura modestia
. . .
Francisco, Frank, Pancho o Paco . . . en colectivo, subte o Falcon verde. . . .
Festejos como si se hubiera ganado un campeonato mundial. Desaforado merchandising.
Dios es argentino y el Papa también. Orgullo o recelo. Música sacra o Libertango;
Armonio o bombo legüero; Mistela o tetra bric. This is the question. Ya nada será igual. Además de Evita, el “Che”,
Maradona, Messi, la reina de Holanda,
ahora aportamos un Papa. Como para taparles la boca a los que dicen que estamos
aislados del mundo . . .
A propósito, debe quedar en claro que la llamada infalibilidad
del Papa no es una disposición divina, sino una doctrina dispuesta por los integrantes del
Concilio Vaticano I (Pastor aeternus), y declarada “dogma de fe” por el
Papa Pío IX en el año 1870. Prohíbe todo cuestionamiento, porque el Papa cuando
se expresa o toma una decisión, no se equivoca nunca porque es el representante
de Dios en la tierra, inspirado por el Espíritu Santo...
Anoticiados
que fueron Clarín, La Nación
y los ultra opositores, exultantes, ya lo quieren acaparar para contar con el
líder que necesitan para voltear al gobierno nacional.
Tener
un Papa propio, con los contactos celestiales que eso implica, puede venir muy
bien . . .
Francisco,
su nuevo nombre. ¿Por San Francisco de Asis, lo que supone un voto de humildad,
o Francisco de Borja, general de la
Orden de los jesuitas? que no sería lo mismo precisamente.
Sería
aventurado predecir lo que pueda ocurrir Vaticano adentro, relacionado con la
corrupción y la perversión que se llevó puesto a Benedicto XVI. Los millones
que no forman parte de ese universo oscuro y hermético deben prestar atención a
lo que sucede en ese Estado dentro de otro Estado, que lo es gracias a la
“generosidad” de “Il Duce” Benito Mussolini que en base a los “Pactos
Lateranences” le regaló ese status en 1929, y le aportó cinco mil millones de
liras. Prerrogativa que la Santa Sede
le supo extraer óptimos beneficios. ¿Milagro papal?. Puede ser, pero, como se
ve, con tal de conseguir privilegios, el Vaticano se alía hasta con el mismo Diablo
. . .
Sus
escándalos no se reducen sólo a la depravación de sus pastores con el abuso de
menores sino también a los turbios negociados y el lavado de dinero, lo que no
es algo nuevo, ya que vienen desde siempre, pero que explotó con el Arzobispo Paul
Marcinkus, el tristemente célebre “Banquero de Dios”.
En
1982, Marcinkus era presidente del Instituto para las Obras de Religión (IOR) o
Banca Vaticana, o Banco Ambrosiano, de los que la
Santa Sede era el mayor socio capitalista.
Las
investigaciones judiciales emprendidas a raíz del hundimiento de esa Entidad,
sacaron a la luz un complejo entramado financiero, que incluía velados pagos a
la tenebrosa Logia masónica Propaganda Dos -P-2-, con la Mafia y desviación ilegal de
fondos para usos privados.
Tras
una larga y dificultosa instrucción, un juzgado de Milán consideró que en esa
sombría e intrincada trama estuvo implicado Marcinkus, al que acusó formalmente
de bancarrota fraudulenta junto con dos administradores de la
Banca. Los jueces dictaron una orden de
captura contra el arzobispo y sus dos colaboradores, pero éstos se refugiaron
en la Santa Sede,
que guareció a los tres para impedir su detención.
El
Vaticano hizo su propia investigación -es decir, fue juez y parte- y decidió
que Marcinkus “era inocente”, exculpó a los funcionarios del IOR de toda
responsabilidad y los protegió con la inmunidad diplomática, al alegar que la Banca Vaticana era una entidad
“de la Iglesia”,
o sea, de la casa de Dios. No obstante, aportó cien millones de dólares para
resarcir los daños causados por la quiebra de su Banca a sus clientes, un gesto
que se interpretó como una confesión implícita de responsabilidad.
Lo cierto es que la santidad Vaticana se viene desmoronando
a pasos agigantados. Su nefasta consecuencia sobre las economías del mundo,
donde siempre tuvo vía libre a todo tipo de
transacciones financieras, incluida la especulación bursátil y accionista mayor
de compañías cuyas actividades colisionaban con las enseñanzas doctrinales de la Iglesia, desde fabricantes
de armamento hasta preservativos. Todo ello podía ser condenado desde los
pulpitos, pero sus dividendos, contribuían a llenar las arcas de San Pedro,
aunque enchastraran las níveas sotanas de los gerentes de ese Cártel
religioso.
No obstante, Francisco a dicho que quiere un Iglesia
pobre para los pobres. Si realmente es consecuente con eso, dado la montaña de
oro en la que estará sentado, tiene para acabar con la pobreza del mundo entero,
y aún le quedaría para seguir nadando en ese vil metal. Al respecto, es muy
gráfica la exclamación de un judío que visitó el Vaticano y pudo ver su
fastuosa y colosal riqueza: “¡Y pensar
que empezaron con un pesebre!”. . .
La Iglesia Católica es la institución de la fe que protagoniza hasta nuestros
días, los casos más resonantes de perversión y corrupción infantil que registra la
historia de las religiones en el mundo. En Brasil por ejemplo, más del 20% del clero está procesado
por eso, y en EE.UU, los juicios por pedofilia de sus pastores, le costaron a la Santa Sede más de mil
millones de dólares. Lo mismo ocurre en Holanda, y últimamente en Alemania se
han conocido más de 20 mil casos de abusos sobre niños y púberes.
Es
harto evidente entonces que la inmensa mayoría de cristianos, creyentes y no
creyentes, estén hastiados de la
ortodoxia conservadora y retrógrada de una cúpula clerical anquilosada que
ampara, protege y oculta esa corrupción. Ello ha producido una preocupante
sangría de fieles que han desertado o apostatado. De ahí la enorme expectativa
que ha generado la llegada de un nuevo Pontífice con la posibilidad de un
cambio radical en su política.
En
ese sentido, el desafío que tiene Francisco, como Jefe de un Estado religioso
para llevar adelante una misión de realidad sociológica de pueblo concreto en un
mundo concreto diametralmente opuesta a
la existente en la Santa Sede, tendrá sin
dudas ribetes casi épicos si quiere adecentar el perfil de un Estado eminentemente político, financiero, empresario
y corporativo, camuflado tras una pátina de santidad, que se maneja con un
grado de descomposición de características obscenas. Si el cielo permite esa
bacanal en su sucursal terrena, como dice la zamba, ¿dónde iremos a parar si se
apaga Valderrama? Continuar con lo hecho, o modificarlo sólo en parte, será un
maquillaje, de lo que apenas quedará el ligero aroma de un flirteo sin mayores
consecuencias, primando, a su imagen y semejanza, el statu quo medieval urbi et
orbi.
Ahora
bien, desde el anuncio de su designación, muchísimos cholulos de entrecasa que
nunca faltan, en el éxtasis de su delirio ya aseguran que su gestión será
revolucionaria. Medio mucho, no? En cambio, los que conocen sus antecedentes y
sobre todo los tejemanejes non santos que medran desde los arcanos del poder
clerical enquistado desde siempre en la Santa Sede, dudan que el Pancho chifle y pueda
modificar algo. Juan Pablo I lo intentó y murió de muerte sospechosa. Eso sí,
sobrevaloran su austeridad, como si con eso sólo fuera condición sine qua non
para distribuir en el mundo semejante riqueza acumulada. Fastuosidad que,
convengamos, es una afrenta al legado espiritual de Cristo. Porque la Iglesia del poder
sacerdotal hace rato que ha dado la espalda al proyecto liberador de Jesús de
Nazaret. Todas las palabras edulcoradas y las promesas de humildad que se hacen
desde el poder y la riqueza, no son más que hipócritas falacias amparadas en la
religión.
En
otro contexto, el ex Cardenal Bergoglio tiene claroscuros en su historia, y las
respuestas que debe dar a las preguntas de la Justicia Argentina
con relación a los crímenes del Terrorismo de Estado mientras él era Provincial
de la Compañía
de Jesús, referidas al secuestro y tortura de dos sacerdotes a su cargo que lo
acusan de entregador, quedarán para la justicia divina, lo mismo que su
mesiánico llamado a una “Guerra Santa” contra la aprobación del matrimonio
igualitario, retrotrayendo la cuestión a las etapas más oscuras de la Inquisición. Ni
hablar de su silencio ante el genocidio de la dictadura y la pedofilia de sus
pastores. Su insolidaridad con las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo en su
lucha inclaudicable por Memoria, Verdad y Justicia. Y ni qué decir de su ostensible
desinterés por los Derechos Humanos.
Por
lo que su nominación, más allá de la aparatosa algarabía mediática que originó,
puede traer consecuencias poco alentadoras para el actual estado de la política
en Argentina. Es conocido su duro cuestionamiento al Modelo Nacional, Popular y Democrático puesto
en vigencia por la gestión kirchnerista, y a las cuestiones que la Iglesia siempre consideró
como propias: la Educación, el
matrimonio, el Código Civil, la familia y todo lo que concierne a la sexualidad
humana. Además de su obstinada oposición a las medidas vigentes como la
inclusión social, salud reproductiva, fertilización asistida y la ampliación de
derechos a las minorías. En cuanto a las
opiniones de la iglesia en temas políticos, económicos, sociales o legales, lo
grave no es qué es lo que opina, sino su intromisión en lo que considera un
derecho sobre temas que no le conciernen de ninguna manera. Se le pide a la Iglesia que no pretenda
hacer vivir a los argentinos como si todos fueran católicos. No
obstante, el Gobierno Nacional no demoró en felicitar la flamante designación,
omitiendo cualquier tipo de alusión a sus diferencias políticas.
Se
lo identifica como “Peronista” -de ahí el título de esta nota-, algo difícil de
digerir, a menos que su pertenencia sea en las escuálidas huestes de la derecha
que hoy se conoce como “menemismo residual”, en cuyo caso se adaptaría más a
su perfil opositor.
Por
lo que muchos creen que su elección se debe a
una operación del salvaje neoliberalismo reinante en Europa, para
esmerilar los procesos revolucionarios en Sud América, de modo que dejen de ser
ejemplo a imitar por los países en crisis, como lo hiciera Juan Pablo II en
Nicaragua, El Salvador y Polonia desde donde empujó el derrumbe del socialismo
soviético.
Por
supuesto, lo expresado hasta aquí, no pasa de ser una especulación, que podría
desecharse a tenor de lo ocurrido en el cálido encuentro de la Presidenta con el Sumo
Pontífice, en el que éste elogió a los presidentes regionales y se mostró partidario
de la Patria Grande
Sudamericana. Algo muy auspicioso por cierto.
Para
finalizar, si de cuestiones terrenales se trata, no faltará algún heresiarca que
ateamente se esté preguntando no sin razón:
Si Dios no le dio las fuerzas que el anterior Papa Benedicto XVI necesitaba
para seguir cumpliendo su misión divina aquí en la tierra . . . ¿Qué podemos
esperar nosotros? . . . sobre todo los que no creemos en milagros!!!
Laborde.- Cba.- Argentina
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