domingo, 17 de marzo de 2013

Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando. Por Delsio Evar Gamboa


“Chávez, si no hubieras nacido deberías nacer, porque el mundo necesita gente como vos”.



Lula da Silva. 


. . . pero, “Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos” . . . dice la canción de Ali Primera, todo un homenaje que pinta la vida de Hugo Rafael Chávez Frías dedicada a la vida de los más pobres de la vida. Un Grande ya no está físicamente, pero después del dolor, retornará como un gigante imbatible. En nuestro país ya lo hemos comprobado. Cuando la angustia se despeja, reaparecen más vivos que nunca con su antorcha libertara. 
No obstante y de manera increíble, la peor noticia para las mayorías es la mejor para algunos minúsculos carroñeros que hacen honor a la bajeza humana ejercitándola con grosero impudor. Son los que celebran estas muertes descorchando un buen extra brut. A propósito, he leído en Facebook hace poco a una docente ultra católica que supo festejar la muerte de Kirchner, -y que seguro ahora lo habrá hecho por la de Chávez- escandalizarse por un chiste en latín sobre el Papa y su renuncia . . . El despecho es temporal, la maldad es para siempre.
Eso sí, después para blanquear su negra conciencia se golpean el pecho y se atosigan con hostias. Uno ya no sabe dónde está la civilización y dónde la barbarie . . .
Estos resentidos electores de gobiernos en fuga . . . ¿Llegarán a saber algún día lo que es el íntimo goce de sentir orgullo por un auténtico líder y la conmoción espiritual de llorar su muerte?
Y precisamente es ante estas muertes absolutamente injustas cuando uno se rebela y concuerda entonces con Woody Allen: “Si Dios existe, espero que tenga una buena excusa” porque se lleva a los mejores y nos deja la escoria. Los inservibles mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los imprescindibles prueban la muerte una sola vez. No obstante, los mortales normales se quedan con lo inmortal, el recuerdo, el amor, la obra, el legado. Eso no se lo puede llevar nadie, exista o no.
Como dice el tango, “las lágrimas trenzadas se niegan a brotar y no tengo el consuelo de poder llorar”. Y sí, están ahí, congeladas, tímidas, indecisas, con el temor de interrumpir el retorno de una leyenda. Y si no brotan, igual bendecirán la llama de un futuro luminoso.
Aunque fuera irreversible, la confirmación de lo funesto siempre es cruel. Se lo quiere seguir viendo, bailando con las palabras frente a su pueblo, exuberante, chispeante, carismático. Estilo que era tildado de demagógico y objeto de ataques y mofas de muchos pagados al “formalismo”, ignorando la idiosincrasia y la exuberancia de la oralidad de los caribeños, porque jamás leyeron a García Márquez y su Realismo Mágico. Discursos célebres matizados con humor, chanzas y cantos al son del Cuatro y al ritmo del Joropo venezolano. Conocedor de la historia, políticos, escritores artistas y cantores populares de toda América, de los que abrevaba para enriquecer la contundencia de su dialéctica. Fue célebre el regalo que le hizo a Barack Obama cuando éste asumió la presidencia de EE.UU: el libro de Eduardo Galeano “Las venas abiertas de América Latina”. Todo un símbolo y un alegato contra el imperialismo.   
El hijo del “Carachazo” incorporó a la economía y las relaciones comerciales entre los países de la región el inédito concepto de la solidaridad. Y vaya si lo llevó a la práctica. Es harto conocida la ayuda sin límites para con las naciones amigas de la que Argentina es deudora, y siempre agradecerá el decisivo apoyo que recibió cuando el salvaje neoliberalismo nos mandó al 8º círculo del infierno, y no el de la Divina Comedia precisamente.
Él inició el despertar de América del Sur y ahora su impronta continuará con más fuerza. Se ha convertido en un tornado imparable que arrasará con los enemigos de este proceso de conformación de la Patria Grande. Porque cuando el mártir muere, nace el héroe, el mito que está siempre en la memoria colectiva, el faro que jamás se apaga.
“Un hombre murió por todos” dijo el Apóstol Pablo sobre Jesús. Salvando las distancias, tiene analogía con Chávez. Sin látigo -como sí lo hizo el Nazareno-, expulsó a los mercaderes del templo neoliberal y trajo el mensaje de su inagotable palabra, siempre plena de desafíos. Y asumió  el  reto de desterrar la vileza de los poderosos en favor de los desposeídos. Fue el primero en recuperar la política como herramienta de transformación de su pueblo, sumido en la inequidad. No sólo es el Padre de la resurrección de un país, sino también de la restauración de la Unidad Continental que soñaron nuestros verdaderos próceres de la América meridional, mestiza, morena y caribeña. La muerte de Chávez provoca una ausencia que sabe a historia inconclusa -lo mismo ocurrió con Evita-, pero, como su paso por la vida marcó un sendero promisorio, la conclusión de esta Gran Historia queda en manos de sus herederos, de todos los que sienten una angustia incontenible a flor de piel.
No obstante, las hienas -que en estos casos se reconocen por la risa- están atentas, pues se excitan con el olor a muerte. Los chacales se relamen en sus madrigueras. Los buitres, camuflados como blancas palomitas de la paz, despliegan sus garras para caer sobre los despojos. Esta vez se les hará Pito Catalán. Ahora hay un Pueblo sin fronteras dispuesto a defender lo conseguido y tomar los jirones de sus mártires para convertirlos en una poderosa bandera de victoria. Ahora hay presidentes que son la imagen de sus pueblos y pueblos que despiertan a la vida gracias a sus presidentes..
Son ellos los encargados de continuar con su obra y, por supuesto, de terminar de revertir  una historia de quinientos años de explotación. Su alegría contagiosa despierta el odio de los que desde las sombras aún persisten en expoliarlos. Su luminosidad vencerá cualquier tiniebla y destruirá las cadenas que quieran condenar a los muchos a la miseria y la pobreza de la que están emergiendo. Ahora, no hay enemigo que pueda vencerlos, porque se cuenta con las mejores armas: un pueblo con un altísimo nivel de conciencia política, muertos esplendentes y líderes regionales con vida dispuestos a portar semejante luz como una inextinguible llama olímpica.
Venezuela antes de Chávez con un 80% de pobres, un 35% de analfabetos y un 25% de indocumentados, -verdaderos muertos civiles- era un feudo de las corporaciones y un casino y un prostíbulo yanqui que sólo usufructuaba un minúsculo sector social privilegiado.
Hay un antes y un después a partir de Chávez como lo hubo aquí con Perón. Su lema americanista fue “El Sur es nuestro Norte” y vaya si lo fue . . . El que no entiende esto no entiende nada. 
De ahora en más, el Palacio de Miraflores se convertirá en un lugar mágico del que salió la Revolución Bolivariana. Y “va a ser hermoso hacer un puente sólo para vos”, enorme, indestructible, que permitirá cruzar cualquier abismo. La palabra de Chávez, viva y estentórea resonará por siempre, esa palabra inspirada por Bolívar, al que rescató del frío bronce y lo convirtió, vivo y actual, en su credo político. Lo mismo que a Martí, San Martín, Perón, Kirchner. Ahora, sus discursos encendidos permanecerán resonando en los oídos y el corazón de su pueblo que llora y canta por la pérdida. Extrañará  su presencia y añorará su imagen poderosa y protectora. En honor a él -tanto como a Kirchner- se trocará ese dolor en fortaleza, convertirá sus ideas en realidad y bailará al influjo de su desbordante personalidad.
Siempre resulta conmovedor ver las multitudinarias manifestaciones de dolor de los pueblos al despedir a sus grandes líderes. Extraña simbiosis de devoción y religiosidad que embarga a millones de seres humanos. Todo un desafío para la psicología social.

Pero sólo muere lo que se olvida . . . y Chávez jamás será olvidado porque le cambió la historia no sólo a su amada Venezuela sino también a las patrias de América del Sur donde sus pueblos, que han renacido a la esperanza, la alegría y a la vida, no darán marcha atrás. ¿Cómo haría la derecha entonces para arrebatarles esos derechos sin desatar una rebelión social de consecuencias inimaginables? porque como bien dice el poema: “después de haber bebido el néctar de tus labios . . . ¡ya no puedo vivir sin ese beso!”. . .

Laborde. Cba. Argentina




Pero sólo muere lo que se olvida . . . y Chávez jamás será olvidado porque le cambió la historia no sólo a su amada Venezuela sino también a las patrias de América del Sur donde sus pueblos, que han renacido a la esperanza, la alegría y a la vida, no darán marcha atrás. ¿Cómo haría la derecha entonces para arrebatarles esos derechos sin desatar una rebelión social de consecuencias inimaginables? porque como bien dice el poema: “después de haber bebido el néctar de tus labios . . . ¡ya no puedo vivir sin ese beso!”. . .
a no sólo a su amada Venezuela sino también a las patrias de América del Sur donde sus pueblos, que han renacido a la esperan
. . . pero, “Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos” . . . dice la canción de Ali Primera, todo un homenaje que pinta la vida de Hugo Rafael Chávez Frías dedicada a la vida de los más pobres de la vida. Un Grande ya no está físicamente, pero después del dolor, retornará como un gigante imbatible. En nuestro país ya lo hemos comprobado. Cuando la angustia se despeja, reaparecen más vivos que nunca con su antorcha libertara. 
No obstante y de manera increíble, la peor noticia para las mayorías es la mejor para algunos minúsculos carroñeros que hacen honor a la bajeza humana ejercitándola con grosero impudor. Son los que celebran estas muertes descorchando un buen extra brut. A propósito, he leído en Facebook hace poco a una docente ultra católica que supo festejar la muerte de Kirchner, -y que seguro ahora lo habrá hecho por la de Chávez- escandalizarse por un chiste en latín sobre el Papa y su renuncia . . . El despecho es temporal, la maldad es para siempre.
Eso sí, después para blanquear su negra conciencia se golpean el pecho y se atosigan con hostias. Uno ya no sabe dónde está la civilización y dónde la barbarie . . .
Estos resentidos electores de gobiernos en fuga . . . ¿Llegarán a saber algún día lo que es el íntimo goce de sentir orgullo por un auténtico líder y la conmoción espiritual de llorar su muerte?
Y precisamente es ante estas muertes absolutamente injustas cuando uno se rebela y concuerda entonces con Woody Allen: “Si Dios existe, espero que tenga una buena excusa” porque se lleva a los mejores y nos deja la escoria. Los inservibles mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los imprescindibles prueban la muerte una sola vez. No obstante, los mortales normales se quedan con lo inmortal, el recuerdo, el amor, la obra, el legado. Eso no se lo puede llevar nadie, exista o no.
Como dice el tango, “las lágrimas trenzadas se niegan a brotar y no tengo el consuelo de poder llorar”. Y sí, están ahí, congeladas, tímidas, indecisas, con el temor de interrumpir el retorno de una leyenda. Y si no brotan, igual bendecirán la llama de un futuro luminoso.
Aunque fuera irreversible, la confirmación de lo funesto siempre es cruel. Se lo quiere seguir viendo, bailando con las palabras frente a su pueblo, exuberante, chispeante, carismático. Estilo que era tildado de demagógico y objeto de ataques y mofas de muchos pagados al “formalismo”, ignorando la idiosincrasia y la exuberancia de la oralidad de los caribeños, porque jamás leyeron a García Márquez y su Realismo Mágico. Discursos célebres matizados con humor, chanzas y cantos al son del Cuatro y al ritmo del Joropo venezolano. Conocedor de la historia, políticos, escritores artistas y cantores populares de toda América, de los que abrevaba para enriquecer la contundencia de su dialéctica. Fue célebre el regalo que le hizo a Barack Obama cuando éste asumió la presidencia de EE.UU: el libro de Eduardo Galeano “Las venas abiertas de América Latina”. Todo un símbolo y un alegato contra el imperialismo.   
El hijo del “Carachazo” incorporó a la economía y las relaciones comerciales entre los países de la región el inédito concepto de la solidaridad. Y vaya si lo llevó a la práctica. Es harto conocida la ayuda sin límites para con las naciones amigas de la que Argentina es deudora, y siempre agradecerá el decisivo apoyo que recibió cuando el salvaje neoliberalismo nos mandó al 8º círculo del infierno, y no el de la Divina Comedia precisamente.
Él inició el despertar de América del Sur y ahora su impronta continuará con más fuerza. Se ha convertido en un tornado imparable que arrasará con los enemigos de este proceso de conformación de la Patria Grande. Porque cuando el mártir muere, nace el héroe, el mito que está siempre en la memoria colectiva, el faro que jamás se apaga.
“Un hombre murió por todos” dijo el Apóstol Pablo sobre Jesús. Salvando las distancias, tiene analogía con Chávez. Sin látigo -como sí lo hizo el Nazareno-, expulsó a los mercaderes del templo neoliberal y trajo el mensaje de su inagotable palabra, siempre plena de desafíos. Y asumió  el  reto de desterrar la vileza de los poderosos en favor de los desposeídos. Fue el primero en recuperar la política como herramienta de transformación de su pueblo, sumido en la inequidad. No sólo es el Padre de la resurrección de un país, sino también de la restauración de la Unidad Continental que soñaron nuestros verdaderos próceres de la América meridional, mestiza, morena y caribeña. La muerte de Chávez provoca una ausencia que sabe a historia inconclusa -lo mismo ocurrió con Evita-, pero, como su paso por la vida marcó un sendero promisorio, la conclusión de esta Gran Historia queda en manos de sus herederos, de todos los que sienten una angustia incontenible a flor de piel.
No obstante, las hienas -que en estos casos se reconocen por la risa- están atentas, pues se excitan con el olor a muerte. Los chacales se relamen en sus madrigueras. Los buitres, camuflados como blancas palomitas de la paz, despliegan sus garras para caer sobre los despojos. Esta vez se les hará Pito Catalán. Ahora hay un Pueblo sin fronteras dispuesto a defender lo conseguido y tomar los jirones de sus mártires para convertirlos en una poderosa bandera de victoria. Ahora hay presidentes que son la imagen de sus pueblos y pueblos que despiertan a la vida gracias a sus presidentes..
Son ellos los encargados de continuar con su obra y, por supuesto, de terminar de revertir  una historia de quinientos años de explotación. Su alegría contagiosa despierta el odio de los que desde las sombras aún persisten en expoliarlos. Su luminosidad vencerá cualquier tiniebla y destruirá las cadenas que quieran condenar a los muchos a la miseria y la pobreza de la que están emergiendo. Ahora, no hay enemigo que pueda vencerlos, porque se cuenta con las mejores armas: un pueblo con un altísimo nivel de conciencia política, muertos esplendentes y líderes regionales con vida dispuestos a portar semejante luz como una inextinguible llama olímpica.
Venezuela antes de Chávez con un 80% de pobres, un 35% de analfabetos y un 25% de indocumentados, -verdaderos muertos civiles- era un feudo de las corporaciones y un casino y un prostíbulo yanqui que sólo usufructuaba un minúsculo sector social privilegiado.
Hay un antes y un después a partir de Chávez como lo hubo aquí con Perón. Su lema americanista fue “El Sur es nuestro Norte” y vaya si lo fue . . . El que no entiende esto no entiende nada. 
De ahora en más, el Palacio de Miraflores se convertirá en un lugar mágico del que salió la Revolución Bolivariana. Y “va a ser hermoso hacer un puente sólo para vos”, enorme, indestructible, que permitirá cruzar cualquier abismo. La palabra de Chávez, viva y estentórea resonará por siempre, esa palabra inspirada por Bolívar, al que rescató del frío bronce y lo convirtió, vivo y actual, en su credo político. Lo mismo que a Martí, San Martín, Perón, Kirchner. Ahora, sus discursos encendidos permanecerán resonando en los oídos y el corazón de su pueblo que llora y canta por la pérdida. Extrañará  su presencia y añorará su imagen poderosa y protectora. En honor a él -tanto como a Kirchner- se trocará ese dolor en fortaleza, convertirá sus ideas en realidad y bailará al influjo de su desbordante personalidad.
Siempre resulta conmovedor ver las multitudinarias manifestaciones de dolor de los pueblos al despedir a sus grandes líderes. Extraña simbiosis de devoción y religiosidad que embarga a millones de seres humanos. Todo un desafío para la psicología social.
Pero sólo muere lo que se olvida . . . y Chávez jamás será olvidado porque le cambió la historia no sólo a su amada Venezuela sino también a las patrias de América del Sur donde sus pueblos, que han renacido a la esperanza, la alegría y a la vida, no darán marcha atrás. ¿Cómo haría la derecha entonces para arrebatarles esos derechos sin desatar una rebelión social de consecuencias inimaginables? porque como bien dice el poema: “después de haber bebido el néctar de tus labios . . . ¡ya no puedo vivir sin ese beso!”. . .
za, la alegría y a la vida, no darán marcha atrás. ¿Cómo haría la derecha entonces para arrebatarles esos derechos sin desatar una rebelión social de consecuencias inimaginables? porque como bien dice el poema: “después de haber bebido el néctar de tus labios . . . ¡ya no puedo vivir sin ese beso!”. . .
Laborde. Córdoba. Argentina


 

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