viernes, 3 de enero de 2014

De lo que comprende la mirada larga. Por Dolores Uriburu



Mi amiga desde que nos comíamos los mocos viajó a España, lo que no es una noticia en sí misma porque muchos lo hicieron y hacen (yo todavía no). Raquel se fue en octubre a un congreso de psiquiatras y se tomó el tiempo, poco pero tiempo al fin, para visitar lugares y darse una escapada por algunos espacios de Italia también. Mi amiga desde que no entendíamos las fracciones, no es afín a la política y lo dice sin tapujos. Pero tiene un sentido social que la excede toda. Siempre lo tuvo digamos. Entonces, luego de hablar de los lugares históricos y visitas obligadas en ambos países del viejo continente, fueron dos hechos antagónicos y sustanciales los que la marcaron. La primera fueron los chinos, no por su uniformidad para nosotros, que les debe resultar igual a la inversa, sino por su gran capacidad de depredación consumista de alta gama, arrasando con todo como tsunami. La galería del Duomo, me decía, era un hormiguero de chinos, chinas y chinitos con bolsones de Armani, Chanel, Gucci, Valentino,  Escada,  Dolce & Gabbana o Louis Vuitton, mientras los otros turistas cosmopolitas, los veían pasar y posaban en sus vidrieras… En igual medida, los visitantes navegaban por las aguas de los canales venecianos en lanchas, mientras los orientales copaban todas las góndolas, muy caras para cualquier bolsillo turista pero escasas para los amarillos de ojos oblicuos.

Del mismo modo que desplegaban máquinas fotográficas y filmadoras de diferentes tamaños, cada uno para cada integrante de la familia y con sofisticaciones varias. Es decir, una llana y evidente invasión dineraria oriunda del “chinismo”.
Pero esta situación formaba parte del anecdotario (y de la demostración de fuerzas económicas del país que negocia con el nuestro).
Hubo otra que no le causó gracia, y que mi amiga repetía una y otra vez, “viendo lo que vi, era imposible poder disfrutar a pleno”. Y lo que vio fue miseria… en especial cuando recorrió un poco de Italia. Gente que para pedir limosna se arrodillaba, y no como figura retórica. Se arrodillaba por una dádiva perdiendo toda dignidad.
Parejas, familias, otra gente durmiendo y viviendo en cartones de a montones en las estaciones de trenes de Roma, en muchos cartones como un muestrario de almacén, en gran cantidad, casi amontonados en el espacio amplio de una estación.
Las iglesias abiertas las 24 horas para al caer “la oración”, recibir la “visita” en peregrinaje angustioso de otras familias para pasar la noche, para resguardarse, para recordar un techo, ése mismo que le quitaron sin plazos, sin prórrogas, gente que “te dabas cuenta había tenido un buen pasar”.
Y agregó, “lo que queda al desnudo (casi como analogía) es la carencia de contención hacia el otro y eso no es solo una conducta del estado”.
Fijate vos, lo que se indica en números (para los que nos interesa) puede ser mejor graficado, lamentablemente, en estos hechos. Fijate como son dos caras de una misma moneda. Fijate porque siguen poniendo de ejemplos a esos países tan serios y ordenados, frente a nosotros, tan caóticos y peliagudos. Fijate, porque por lo menos aquí, aún hay cierta contención entre nosotros, esa misma que hizo que Raquel no evitara sentir angustia.
Dolores Uriburu


1 comentario:

  1. Felicitaciones kumpita, me ha sido muy grato leerte en este espacio tan esclarecedor y tan nuestro. Muy buena pincelada sobre una situación que de ordinario se nos escamotea. Y, como a mí me gusta, con una irónica cuota de humor para hacerla más interesante. Bienvenida, te seguiré leyendo. Un cálido beso. Delsio.

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