“Desde
Marzo de 1981 a Marzo de 1991, la moneda argentina se devaluó 39 millones de
veces. El índice de precios minoristas aumentó 34 millones y el mayorista 31
millones de veces”: José A. Martínez de Hoz, “Lo pasado pensado” de
Felipe Pigna, pag. 326, año 2006…

No es que
no importe, pero ya es hartante esa gente monotemática que no sabe hablar de
otra cosa que no sea de la inflación.
Aunque… ¡qué paradoja!, con “semejante inflación” los negocios rebasan
de un grosero consumismo, los lugares de veraneo están todos colmados,
los viajes al exterior se duplicaron… ¿Cómo podría ocurrir eso en un país
devastado por el flagelo de la inflación?!!! ¿Cómo puede ser que cada vez se
vendan más autos, más chatas, más cuatriciclos, más electrodomésticos,
más “chiches” de parafernálica y costosa tecnología … y más dólares?
En su
desmemoria, echan mano a esa falaz muletilla como si fuera el único argumento
excluyente a tener en cuenta al momento de evaluar la realidad. ¡Marchen
bidones de Memorex!
En la
segunda década infame de los ’90, cuando la industria nacional fue desguazada,
la desocupación trepó a niveles jamás vistos y la pobreza mucho más. La gente
no podía comer, ni pagar los alquileres, ni las cuotas, nada de nada. Sólo se
oía el chirriar de las persianas de los negocios en su bajada final, y muchos
se debían conformar con aplastar “la ñata contra el vidrio” porque les estaba
vedado entrar a comprar una mísera pilcha, para amargura de los vendedores que
salían a la vereda a ofrecerles tentadoras pero inalcanzables rebajas.
Cuando miles de ferias de trueque amenazaban con ser la única forma de
transacción comercial. Cuando en los bancos, mientras más se pagaba más se
debía -la 1050, remember?- y después se quedaron con los dólares y los
ahorros. Cuando la deuda externa de 6 mil, llegó a 180 mil millones
de dólares. Cuando la única salida posible pasó a ser Ezeiza para rajar de este
país que “había tocado fondo”, para ir a mendigar un trabajo de lavacopas en
Italia o España, desde donde los parientes preocupados mandaban comida en
containers -como las “aulas” que Macri destina ahora a los escolares- y
quedaban retenidos en la Aduana por temor al ingreso de alguna bacteria,
mientras la gente revolvía los tachos de basura buscando un mendrugo para
paliar el hambre. Años excepcionales para los capitales propios y foráneos en
los que se revirtió la eterna fuga de divisas, porque esos dineros volvieron
para aprovechar la orgía en la que el país se remataba al peor postor. Eso
sí, inflación no había…
Desmemoriados
por inducción, muchos sólo saben repetir los títulos de Clarín, La Nación
y los zócalos de TN, donde los opositores periodistas independientes les hacen
memorizar las 24 hs, todos los días del año . . . la tarea de ensayar y
repetir de corrido lo mal que estamos.
El feroz
embate de la derecha es el mismo de siempre, pero la resistencia y de
movilización social del gobierno, sus reservas y la variedad de herramientas
económicas son muy superiores.
Una
teoría sobre la inflación sostiene que ésta se da por baja oferta de bienes
ante una fuerte demanda. A su vez, el déficit en lo que se ofrece puede deberse
a la falta de inversión o a conductas especulativas empresariales que buscan
apoderarse de mayor renta poniendo menos productos. Como dice un amigo: “que a
nadie le quepa duda que ésa es la razón de la consecuencia”.
Pero la
realidad, que siempre es la única verdad, nos muestra que mientras haya un
gobierno sensible a las necesidades del pueblo, y este mantenga el poder
adquisitivo de sus salarios mediante paritarias libres y gracias a eso se
continúe moviendo la economía, y el Estado resista los salvajes aprietes que le
quieren imponer los mismos poderes en la sombras que nos llevaron al infierno
del 2001-2002, Argentina sostendrá su Soberanía política, su Independencia
económica, su Justicia social y sus medidas de inclusión como hasta
ahora. Caso contrario, y pese a que ninguna de las variables económicas
actuales, tanto micro como macro, ameritan una grosera obsesión especulativa,
si las corporaciones mafiosas continúan su bombardeo mediático y de hecho, como
lo están haciendo, la inflación seguirá siendo un problema motorizado por la
angurria extorsiva de los formadores de precios y las cadenas de
comercialización, que seguirán multiplicando su poder potenciados por sus
desmesuradas ganancias que ya no se pueden calificar de excesivas, sino de
expoliatorias. Esa voracidad insaciable
está en las entrañas de estos saqueadores, no en las del pueblo…
Hay que
identificar con pelos y señales a todos y cada uno de esos delincuentes que
operan desde las pantallas de la tele y los grandes medios, sentados sobre
miles de silobolsa de soja o aumentando los precios a su libre antojo con su
incansable pistola remarcadora. Porque saben que aún hay un muy buen
mercado de consumidores necios, que ignoran que no hay que confundir valor y
precio!!!
Luego del
necesario control de daños que hace el gobierno, se requiere seguir apoyando
más que nunca este Modelo exitoso que no sólo rescató al país de aquel
descomunal derrumbe, también lo paró ante el mundo como jamás antes se hizo. Y
no por mera convicción ideológica, sino porque el futuro en las garras de la
derecha salvaje al que nos quiere arrear el coro de tragedia griega neoliberal,
pasará a ser una decidida cuestión de supervivencia nacional. Es simple, es
claro…, y personal!!!
La clase
media tiene que entender que no puede hacer causa común con los verdugos de la
patria, porque ella también está en la lista de las víctimas…
Esta
harto demostrado que el poder de la reacción oligárquica no perdona ni olvida,
y que los gobiernos progresistas deben proceder de igual manera, si quieren
sobrevivir.
Una fugaz
mirada comparativa sobre la historia económica argentina muestra que los ciclos
de fuerte desarrollo económico y ascenso popular -gobiernos de Perón y esta
década ganada- fueron períodos inflacionarios. La Década infame y el Menemato,
permiten verificar que, cuando el poder económico mediante inhumanos ajustes
impone la estabilidad de precios, lo hace a costa de la miseria general.
Entonces, si hay crecimiento de la economía y ascenso del nivel de vida de los
sectores populares, la inflación moderada -como la actual-, llega para
quedarse. Por lo tanto, ¡Inflación, divino
tesoro!, si te vas para no volver, sufrirán los pobres y gozarán los
poderosos!!!
Esta es
la verdad, aunque a muchos por ignorancia, desidia o resentimiento les
cueste reconocerlo… Eso sí, si
vuelven los políticos cipayos ofrecidos desde la derecha de la pantalla de su
televisor señora como un producto de consumo en la góndola elector… ¡Estaremos nuevamente en el horno como en el
2001!
Y si no
creen que aquello se pareció y mucho al mismísimo infierno, vean y recuerden
esto. Desde 1976 hasta el 2003:
1 –
Inflación 700.223. 896.000%
2 –
Devaluación de la moneda 600.638.290%
3 – Crecimiento
de la pobreza 1.375%
4 –
Incremento deuda externa 2.786%
Esa
joyita fue mérito exclusivo de los siguientes economistas que manejaron las
finanzas de la Argentina en esos años. Por orden de aparición: Martínez
de Hoz, Cavallo, Melconian, Broda, Machinea, Stuzggeneger, Avila, Redrado, Prat
Gay, López Murphy y otros del mismo pelaje. Algunos de estos zombies que se
niegan a reconocer que están muertos, siguen dándonos “consejos” desde las
pantallas de los multimedios como si estuvieran vivos…
Alfonsín
nos llevó a la primera y desmesurada hiperinflación. Menem, consumó la segunda
catástrofe y después con la tramposa convertibilidad liquidó el país. De la Rúa
le puso la cocarda y lo hizo estallar a fines del 2001. De ese infierno tan
temido venimos…
Hoy, la
“terrible inflación” según los opositores, es del 25% anual… y el país sigue
creciendo como nunca en su historia. Así que, cuando estemos mal… ¡Que estemos
como ahora!
Parafraseando
a Julio Sosa: “Yo viví entre inflaciones… ¡Qué me van a hablar de
inflación!!!”
Delsio Evar Gamboa
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