jueves, 25 de octubre de 2012

La estrategia oficialista de cooptación del “Pendex-voto” . Por Delsio Evar Gamboa

¡Un billón cuatrocientos mil millones de chicos votarían por Cristina!    
“Que se vengan los chicos” . . .
¿Que no pueden ser miles de millones? . . . Es la inflación . . .  ¡Estúpido!
Todo sobre el voto a los 16, ¿Estas de acuerdo o no?

La garganta profunda de los medios hegemónicos creyó adivinar el otro lado de la política y estuvo vendiendo una ficción hilarante: si el kirchnerismo impone el proyecto de ley, permitirá que más de un billón de jóvenes voten a partir de los 16 años. Después irá por los bebés -que son más- para que apenas dejen el chupete también puedan sufragar. Aquellos que por más que se los asuste con el Cuco no quisieran dejar el pete para votar, se les racionará el biberón. Y a esos mayorcitos adultos que se desinteresan de la política y le escapan al voto porque aún portan la desidia inducida por la derecha que les inculcó en los ’90 lo sucia que era la política, no se les permitirá comprar dólares. Todo dicho de un tirón y en ese orden por el “Gordo” Lanata  que, con una mano los agrede con el cigarrillo y con el anular de la otra les hará fuck you. Irá cada media hora por TN y escrito en los zócalos para que nadie quede sin verlo, oírlo ni leerlo.
¡Es así, señoras y señores!: el oficialismo se apresta a dar un nuevo zarpazo electoral para volver a imponerse. Porque en realidad, todo lo hace con el mero afán de ganar elecciones y engordar “la Kaja” cada vez más. Es palabra de Monopolio . . . ¡Te alabamos Clarín!
Dejando de lado la demostración por el absurdo, lo cierto es que con el debate sobre el voto a los 16 años en adelante, se repitió la misma lógica donde el kirchnerismo aparece como la fuerza que con gran iniciativa política demuestra ser el que mejor sintoniza con el sentido común y vuelve a mostrar capacidad e intrepidez para tensar la cuerda y crear nuevos escenarios donde las voces opositoras aparecen con una argumentación vacua, reaccionaria y delirante. 
Son los obcecados partidarios del “me opongo a todo”, que atribulados ante la posibilidad de que se aprobara la iniciativa, trajinaban sus humanidades con lloro y rechinar de dientes incluidos, frente a las siempre afiebradas cámaras del monopolio Clarín y su cadena privada nacional de medios de obediencia debida.
La transversalidad generacional tiene una enorme inserción en la juventud del país y atraviesa todos los estamentos sociales. Pero hay un importante segmento que no cuenta con la edad requerida para expresarse en las urnas. De ahí la decisión de elevar al Congreso el proyecto de ley que acaba de ser aprobado, permitiendo bajar la edad de los jóvenes para que puedan sufragar. Su participación en los próximos actos electorales enriquecerá sin dudas la fortaleza del pliego democrático. Esto significa, ni más ni menos, que la profundización de la militancia política de los jóvenes será una realidad y un fenómeno social incuestionable. Precisamente en los fundamentos de esta iniciativa oficial, se destaca la multitudinaria incorporación de jóvenes a la política en los últimos años, algo que parece provocar un inconcebible temor entre los apólogos del pasado. No es el único ni el primer país que lo ha puesto en práctica con éxito.
Los procesos de ampliación de derechos se deben dar en el ámbito de la política para llevarlos a cabo. Hablar en términos abstractos de justicia y derechos es imposible. Es cierto, los que impulsan la medida tienen un interés político, como así también los que están en contra.
El derecho al voto en este caso, siempre debe ser bienvenida y celebrada, sobre todo porque es una conquista social más en tiempos de cambios sustanciales. El argumento de si están preparados o no para elegir, se le podría aplicar también a muchos adultos que no pasarían la prueba más elemental, sin embargo, entran al cuarto oscuro y votan al boleo. ¿La irresponsabilidad de esos mayores tiene coronita por una simple cuestión de edad? 
Hoy un joven de 16 años no es, ni por asomo, igual que uno de su edad décadas atrás. La participación activa de los adolescentes en nuestra sociedad, su militancia en los diferentes espacios políticos y sociales, su compromiso solidario con la justicia social expresan con claridad un cambio de paradigmas y una saludable toma de conciencia. Así como se los adoctrina en religión desde muy pequeños, se los debería instruir en política como parte de una formación integral. Más aún, si a los 6, 7, 8 años la Iglesia les hace “confirmar” su preparación y aceptación de los preceptos religiosos inculcados. Por qué no van a estar preparados a los 16 para confirmar y demostrar su responsabilidad como ciudadanos. Un sondeo da cuenta del interés de la juventud por la política. El 68 por ciento dijo que votaría en el caso de que les permitieran hacerlo. Es mucho más manejable un joven que no vota que aquel que sí lo hace.
Además, si la gran mayoría estudia y se prepara para el futuro, por qué entonces no va  tener derecho a elegir a las autoridades que gobiernen esta nueva patria arrebatada al baratillo privatizador.
El miedo al cambio es lo que provoca esa resistencia.  Miedo egoísta, por conveniencia, no sea cosa que  los privilegiados de siempre pierdan la potestad de gobernar a su antojo los destinos de nuestra economía para beneficio propio como ha sido siempre su modus operandi.
Con ver lo que vomitan los principales medios basta y sobra. En su delírium trémens consideran que los jóvenes tienen su cabeza tan vacía que se la pueden llenar fácilmente con cualquier bazofia. Otros aseguran que no están maduros aún. ¿Qué es estar maduro? Son personas, no frutas. Los chicos de “La noche de los lápices” que fueron desaparecidos por la dictadura por pedir el boleto escolar gratis. ¿Eran inmaduros también?
En este contexto se alzan las quejas conservadoras de siempre: que son muy jóvenes, que no están preparados, que van a ser usados. Sí, es verdad, ya fueron usados para la guerra y con apenas dos años más . . .
Uno de los sectores que más debate política en la Argentina es la juventud. En ese sentido los Centros de Estudiantes son un ejemplo de discusión y práctica democrática. Pero para la mirada gerontocrática que siempre los ha visto como sujetos de consumo y pasatismo, sólo sirven para eso, no para pensar la política. Es el mismo prejuicio que viene de una tradición patriarcal y machista que sostenía que las mujeres no podían votar. Son como el perro viejo.
Años ha, en el Secundario, con las materias llamadas  Educ. democrática, ERSA o Inst. Cívica se estudiaba el concepto de República con su división de poderes etc. etc. Al mismo tiempo, nuestro país padecía dictadura tras dictadura que con sus tanques le pasaban por arriba precisamente a esos tres poderes. ¡Flor de bolonqui teníamos en la sabiola y no entendíamos un joraca! Lo que los pibes estudian hoy lo ven en la realidad, y eso es formación política.
Este es un momento de ampliación y consolidación de derechos. Y los jóvenes están tomando la política como propia. Se suman a ella y la transforman. La sacan de la tenebrosa noche militar, del crimen más horrendo, ese que denunciara Rodolfo Walsh en su Carta a las Junta Militar y que le costó la vida. Ese exterminio social que comenzó con el Terrorismo de Estado y que continuó con el económico de la segunda década infame neoliberal de los ‘90.
Los jóvenes pueden votar porque hay una sociedad que es democrática y porque son ellos quienes han protagonizado ese proceso. Arguyen que los menores no muestran interés por los temas políticos. Muchos adultos tampoco y sin embargo votan . . . ¡Y así lo hacen también!
Y como no podía ser de otra manera, las declaraciones de los jerarcas de la Iglesia Católica en este tema, demuestran que aún siguen en la Edad Media. Al no poder imponer más su visión maniquea de la vida, y como representantes del cielo . . . en el cielo pusieron el grito. Lo único que les interesa defender son sus espacios de poder, sus prebendas y su perversión interna, eso que precisamente los jóvenes vienen cuestionando cada vez más. Todo cambio que se propone en la sociedad choca con su hermético rechazo. Desde esa concepción, pretenden hacer creer que si la nueva juventud vota, va a provocar una disgregación familiar. Escuchar eso da vergüenza ajena, propia y de género. No advierten que ese fundamentalismo arcaico es lo que genera la incontenible diáspora de sus seguidores. Y eso que tienen la dispensa de abrir y cerrar la transmisión de todos los canales de televisión abierta y hasta la celebración de la misa  por TV, lo que implica una grosera discriminación hacia los demás cultos que tienen el mismo derecho. No obstante, nadie ve adoctrinamiento e imposición de dogmas en ese monopolio mediático del ritual. Privilegio de una Iglesia que siempre ha estado con el Poder de turno, o con el de turno en el Poder.
Lo más probable es que los pendex sorprendan a todos y demuestren que saben más de política y de la realidad que muchos “Adultos” que la tienen re-clara. Y que con su ímpetu juvenil y su espíritu idealista y no contaminado por el individualismo de los mayores, se conviertan en la esperanza del futuro o al menos, los que lleven la posta para la construcción de un país mucho mejor.
“La sangre joven no obedece un viejo mandato” dijo hace mucho el viejo Shakespeare. Será por eso que algunos “viejos” le tienen tanto miedo a la juventud . . .
Así que, habrán de disculparme, pero yo no entro en esa porque no tengo tiempo para hacerme viejo . . .

Laborde. Cba. Arg.

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